wolf vostell - coche - le bastart

Wolf Vostell, viaje inmóvil entre aves migratorias

Cuando las temperaturas rondan los 45 grados Extremadura sestea hasta el atardecer. Persianas bajadas, porticones cerrados, calles desiertas… Acabamos de dejar atrás el pequeño pueblo de Malpartida y surcamos ya un sendero de gravilla franqueado por caprichosas formaciones graníticas que nos avanzan lo que un poco más allá conformará el curvilíneo “skyline” de Los Barruecos.

wolf vostell - voaex - le bastart
VOAEX Viaje de Hormigón por la Alta Extremadura 1976 Museo Vostell Malpartida

La erosión, paciente escultora, ha ido torneando este universo lítico en el transcurso de los siglos. Al reflejarse en las charcas, nos da la impresión de un falso espejismo.

Qué mejor lugar para acariciar una utopía… Wolf Vostell logró aquí materializar su idea de museo abierto que en lugar de momificar el arte vigorizara la vida, donde ganaderos autóctonos y artistas de vanguardia aprendieran unos de otros, donde la creación fuera colectiva y no hubiera fisura entre naturaleza y cultura.

Cuando se instaló en Malpartida con su mujer, la cacereña Mercedes Guardado, el artista alemán ya había aporreado unas cuantas televisiones, inmovilizado vagones de tren con cemento, enterrado coches, congregado participantes espontáneos en sus happenings berlineses y neoyorquinos junto a otros miembros de Fluxus.

wolf vostell - muerto tiene sed - le bastart
El muerto que tiene sed. Los Barruecos. Museo Vostell Malpartida

Siendo el “decóllage” el principio generador de sus procesos creativos-destructivos en tanto técnica artística referida metafóricamente a la acción de decapar, desprender y recomponer, no es de extrañar su fascinación con este paisaje granítico, pues la erosión es también destrucción-creación: desgaste, desplazamiento y nueva sedimentación.

El antiguo lavadero de lanas que resguarda el legado de Vostell, acogiendo obras con títulos como Trashumancia y tantas otras en las que resuena el recuerdo de migraciones, destierros y nomadismos a lo largo de la Historia, no podría ser mejor continente para un contenido que integra rituales trashumantes locales con su propia experiencia, vital y artística.

museo vostell - fiebre del automóvil - le bastart
Fiebre del automóvil. 1973. Instalación, Museo Vostell Malpartida

La densa calima apresura nuestro ingreso en las frescas salas abovedadas. Del cálido silencio del paisaje pétreo pasamos a un batiburrillo de ruidos electrónicos y mecánicos solapándose con emisiones televisivas o el tintineo de platos de porcelana. Un piano encajonado en el capó de un automóvil, otro rodeado de panes envueltos en periódicos, intervenidos con martillos y tierra… Son testimonios de happenings violentos y festivos, pero aún como instalaciones preservan un fuerte impacto visual.

El automóvil, símbolo de la sociedad de consumo, extiende sus tentáculos o se transforma en arácnido que con sus ansias de celeridad y posesión destruye y se autodestruye. El pan y los platos aluden a los que quedan al margen de un “progreso” que, siguiendo a Walter Benjamin, siembra barbarie.

museo vostell - televisores - le bastart
Depresión endógena. 1975-78. Instalación. Museo Vostell Malpartida

Una vigilante de sala me llama la atención sobre un gran mural dedicado a Berlín. El muro aún no había caído: a ambos lados del lingote de hormigón se hacinan fragmentos humanos; a ambos lados, un monitor de televisión, cada uno fabricando su “realidad”, idiotiza por igual. Ante la vehemencia con la que la chica habla de Vostell como visionario le pregunto si lo conoció. Me responde que era pequeña cuando el artista llegó a Malpartida pero que su madre sigue contando anécdotas acerca de aquel personaje extravagante y afable que revolucionó la comarca.

Anécdotas que trascienden en obras, como aquella especie de caja negra destinada a custodiar los pensamientos fugaces de los malpartideños. La oteamos desde la puerta que la cuidadora de sala nos abre en lo que antaño fuera recinto de pesaje de lanas. El muerto que tiene sed se recorta en la lejanía, sobre el lomo de una de las bellas rocas.

museo vostell - toros de hormigon - le bastart
Toros de hormigón. Detalle de instalación en el espacio exterior del MVM

En un lugar donde nada que transgreda el lento ritmo cotidiano pasa desapercibido imaginamos, una mañana de 1978, a Vostell arrastrando un cilindro de plomo hasta la plaza mayor e invitando a los transeúntes a verter ahí sus pensamientos. Los voluntarios van sumándose, meten la cabeza en la caja uno tras otro, después es sellado y se revisten de platos (¿alimento espiritual?) ambos extremos del tambor. Colocada en un lugar privilegiado de Los Barruecos, contiene instrucciones de ser abierta pasados 5000 años, tiempo suficiente para que la ciencia haya aprendido a descifrar la energía mental.

museo vostell - juicio pilato - le bastart
¿Porqué el proceso entre Pilato y Jesús duró sólo dos minutos? 1996-97 MVM

Junto a esta escultura-ambiente, desde nuestro mirador alcanzamos a ver otra de sus piezas dialogantes con la naturaleza, VOAEX (1976), pero esperaremos al crepúsculo para bordear el embalse y trepar en alguna roca desde la que Viajar con hormigón por la Alta Extremadura, como copilotos de Vostell.

Mientras tanto seguimos recorriendo las salas, donde la idea de adoctrinamiento (pupitres de escuela con televisores fosilizados con hormigón y excrementos de pájaros), de viaje y catástrofe (complejos assemblages donde se amalgaman alusiones a aeropuertos internacionales y deportaciones en masa, expulsiones de sefardíes y shoahs contemporáneas), dejan sin embargo huecos donde aniden esperanzas.

Guarecer los desajustes entre modernidad y atavismo, extraer de ambos mundos lo bueno y lo malo, encontrar su lugar entre la inmovilidad excesiva de unos y la celeridad ciega de otros, extrapolar acontecimientos “al otro extremo del Duero” (Extrema Dorii), salvar distancias y cavar túneles entre el centro y la periferia, entre el pasado y su presente, entre su infancia y un sentimiento universal de desarraigo. Eso era Vostell.

Cae la tarde. Recorremos el sendero siguiendo las marcas en amarillo que nos llevará hasta el coche revestido de cemento. VOAEX, a pesar de su carga visual armoniza con el paisaje como si fuera un batolito más. Viaje inmóvil entre aves migratorias.

Anna Adell

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *