Los cuadros más fetichizados de los grandes museos raramente pueden contemplarse de otro modo que sintiéndote un moscardón entre moscardones acercándose a la miel, compitiendo por alcanzar la primera línea tras los postes y cuerdas de seguridad. En el Museo del Pueblo, en cambio, se nos ahorran los postes separadores, los cristales protectores, e incluso el viaje a San Petersburgo o a Madrid; se nos evitan las colas ante el Museo del Prado y el […]