Al condenar el erotismo, el cristianismo propició que el imaginario lúbrico se concentrara en el infierno, convirtiéndose éste en el cielo de los pecadores, en el paraíso de la lujuria. Artistas de todos los tiempos han ido poblando el inframundo de todo tipo de parafilias, aparentemente para reprobarlas pero en la práctica para satisfacer el apetito escoptofílico de sus mecenas. Pero el anticlericalismo declarado no toma cuerpo en el arte (primero en la literatura) hasta […]