Estar “desnudo” es estar privado de ropa, y la palabra transmite algo del pudor que la mayoría sentimos en ese estado. La palabra “desvestido”, en cambio, no lleva implícito un sobretono incómodo. La vaga imagen que se proyecta en nuestra mente no es la de un cuerpo acurrucado e indefenso, sino la de un cuerpo equilibrado, próspero y seguro: un cuerpo re-formado (Kenneth Clark, El desnudo: un estudio de la forma ideal).
Desde nuestra perspectiva pareciera que la historia de la representación del desnudo quedara preferentemente vinculada al cuerpo femenino, pero en realidad el pudor por mostrar al hombre en cueros está ligada a la mentalidad victoriana. Antes del siglo XIX, desde los antiguos griegos hasta el neoclasicismo, el desnudo masculino se impone como canon ideal: belleza y virtud van de la mano en las alegorías heroicas grecorromanas, mientras que en época renacentista y barroca serán sobre todo épicas bíblicas las que justificarán el erotismo de un torneado David, las mórbidas formas de un torturado San Sebastián, de un Cristo sufriente…
Cuando el realismo se impone en la pintura y ya no son válidas excusas mitológicas ni devocionales es cuando el hombre deja de sentirse cómodo mostrándose al natural y antepone a aquella sucedánea, la que salió de su costilla, que no exigirá (piensa el macho) parapeto intelectual para mostrarse como puro objeto de deseo.
Pero curiosamente será en la fotografía, la nueva técnica que había contribuido a asentar el realismo naturalista en pintura, donde se desplazarán los desnudos anónimos, cuerpos de deseo distribuyéndose en circuitos clandestinos.
Alexis W retomó en ese punto la historia del desnudo masculino, rescatando de rastros y mercadillos de todo el mundo fotografías antiguas, desde estudios cronofotográficos hasta pugilistas en el ring, fibrosos bailarines, soldados de la 1ª Guerra Mundial en sus horas de asueto… Desnudos y Desenlaces, en la galería madrileña Mad is Mad, acoge una buena selección de estos documentos de época junto a una serie de desnudos en blanco y negro del propio artista cuya pátina extemporánea emprende un diálogo fluido con su colección.
Su labor de coleccionista debió influir en su propio trabajo, en el que también vemos peleadores, cuerpos en parajes naturales, escenas domésticas, retratos… Su obra oscila entre la captación de personalidades fuertes y el ansia por diluir las identidades en entornos naturales o urbanos. Retratista feraz y sociólogo callejero, pero también escultor de cuerpos de luz y deseo, mosaicos de sensaciones.
Un año más Alexis W, coincidiendo con la celebración del orgullo gay en el barrio de Chueca, ha extendido su ventana indiscreta (catorceava edición) en la calle de Pelayo, trastocando los límites entre lo público y lo privado, mostrando aspectos íntimos pero priorizando el fragmento, el velo, los filtros, los juegos de ocultación que espolean la imaginación.
Vemos el mundo a través de pantallas indiscretas las veinticuatro horas al día, así que porqué no sacarlas a la calle e integrar esta nueva forma de visión con la vida de barrio, sin escondernos ni abandonar la comunidad.
Anna Adell
Proyectos gestionados por Alexis W a raíz de la semana LGTB, en Madrid: