Se construyó su particular modelo de visión con cámaras de fotos que él mismo fabricaba. Refugiándose en una cabaña abastecida de unos pocos libros de óptica, filosofía y arte, se erigió un mundo propio no por la ingenuidad de creer así cumplir sus sueños sino para otorgarse la libertad de poder seguir soñando. Tras haber estudiado bellas artes en Praga durante los primeros años del régimen comunista, Miroslav Tichý optó por una vida outsider en su pueblo natal, Kyjov.
Ya en edad avanzada fue descubierto por Roman Buxbaum, autor del documental Tarzan retired en el que Tichý va exponiendo con lucidez su modo de entender la fotografía y la vida, una comprensión filtrada por sus lecturas de Schopenhauer y Platón.
Cual Diógenes checo, habla casi con aforismos espontáneos, nacidos de su propia condición de ermitaño. No existo, soy una herramienta de percepción (…) Sólo vemos las apariencias, los reflejos. Todo es percepción (…) Las cosas pasan rápido que no las ves; para ver necesitas una cámara mala (…) Las mujeres son lo más importante en mi arte, sí. Pero, ¿que es arte? El arte es una idea. El mundo como voluntad y representación.
Schopenhauer nos veía ahogados en un torrente de deseos cuya insatisfacción genera nuevos deseos y voluptuosidades en un círculo vicioso infinito. Consideraba que el arte y el ascetismo podían liberarnos: en la contemplación estética el deseo se anestesia.
Con cámaras que realizaba rescatando cajas de cerillas, vidrios, tubos de cartón… Tichý tomaba centenares de fotos diarias de transeúntes que llamaban su atención, sobretodo chicas, sentadas en un banco, tomando el sol en la piscina municipal, retozando en el parque… Tomas furtivas en planos medios o encuadres cercanos realzando el fragmento: piernas cruzadas, nalgas en biquini, espaldas desnudas… Incontables instantáneas que después amplificaba y montaba en papel reciclado.
Los fallos del revelado, manchas, rayaduras, las filigranas con las que silueteaba detalles y la pátina brumosa por efecto de la deficiencia técnica probablemente visualizaban para él ese velo de Maya que Schopenhauer incitaba a rasgar. Pero Tichý no secundaba al idealista alemán hasta el punto de creer acceder a una visión verdadera, mística, que el velo de las apariencias nos esconde. Es la aceptación del velo lo que da fuelle a la creación. El arte es fantasía, un sueño. Cuando tomo fotos no pienso en nada. Es solo un juego.
Anna Adell
Exposición en curso:
PHOTOESPAÑA 2016
Miroslav Tichý o la celebración del proceso fotográfico,
Museo del Romanticismo, Madrid, hasta 28/08/2016, comisaria Pía Ogea
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