Del Este llegan rubias ucranianas para cumplir sueños de hombres que solo el dinero puede comprar. De Ucrania llegan también otras rubias, amazonas que llevan años arriesgando su vida por denunciar el proxenitismo, la explotación sexual, el abuso contra las minorías…
Se cuenta que las amazonas legendarias se cortaban un pecho para manejar con mayor destreza el arco. Para las Femen, en cambio, sus pechos son armas. Sobre sus torsos desnudos escriben sus mensajes políticos, y con esa pintura de guerra irrumpen en misas vaticanas, en mítines de ultraderecha en Francia, en sesiones del Congreso en España… Su cometido no conoce fronteras.
Vincent Gouriou ha fotografiado a activistas Femen como nunca lo harán los reporteros de los medios masivos de comunicación, quienes usan el reencuadre y el zoom para aislar los pechos más bonitos bamboleándose en plena trifulca, los gestos más espectaculares. Gouriou las capta en la intimidad, preparándose para una acción o hablando entre sí, y en esos interiores sentimos que la cámara no es un cuerpo extraño, que ellas reconocen en él a un cómplice, no a un hombre de códigos sexistas.
Pero Femen es sólo uno más de los movimientos feministas que en la última década arrecian por todo el mundo, desde el canadiense Slut Walk (la Marcha de las Putas) hasta la Alfombra Roja en Perú. Ante leyes represivas que obligan a abortos clandestinos, ante la indiferencia de tantas muertes de madres adolescentes y homosexuales, los miembros del colectivo peruano se tienden al suelo formando tapices rojos, contaminando el glamour de los eventos Vip asociados a la alfombra roja con el clamor del cuerpo social.
María María Acha-Kutscher lleva años recopilando registro gráfico de las actuaciones de todos estos grupos de activistas feministas que luchan contra los abusos de poder del sistema neoliberal hacia la mujer y los colectivos LGBT.
María transforma fotos de prensa en ilustraciones de estética pop, inspiradas en el arte gráfico de los Black Panthers, y en general, en el cartelismo underground de los años 70. Con el mismo espíritu, con la misma voluntad de usar medios de fácil circulación y un imaginario reconocible, añade su propia estrategia para universalizar la protesta al transformar en un dibujo extemporáneo, en una pieza de arte, la instantánea fotográfica vinculada a un olvidadizo presente.
Si bien en los últimos años es imposible obviar la fuerza que está tomando el activismo femenino, los medios y la historia oficial han tratado de silenciar sus reivindicaciones durante décadas, como si el espacio público fuera coto de hombres. Por ello Acha-Kutscher recupera también figuras claves de la lucha por la liberación de la mujer, desde Lucrecia Mott hasta Gloria Steinem.
Esta serie, Indignadas, que la artista inició en 2012, puede verse estos días en Haifa Museum of Art, dentro de la muestra Dangerous Art, como también la serie fotográfica de Gouriou. Mujeres en protesta, la crisis de los refugiados y performances queer son algunas de las secciones que integran una exposición cuyo leitmotiv es la reacción del arte ante la creciente limitación a las libertades civiles escudada tras una tolerancia aparente.
Entre los artistas locales los hay que se redefinen como artivistas, practicantes del arte urbano como Dede, que cura con stencils de tiritas paredes con heridas de bala en Tel Aviv o que dibuja pájaros como puzzles hechos con maderas recicladas.
También israelí, en su serie A witch who ran out of horses, Neta Harari Navon trabaja al óleo composiciones con siniestros antidisturbios que a modo de jinetes apocalípticos siembran destrucción. La artista subvierte la exaltación épica del género pictórico tradicional de campos de batalla. Aquí el escenario bélico se desdibuja, las texturas se deshilachan, la realidad se desmorona ante el terror. Escenas de sexo alternan con los escorzos equinos, violencia y erotismo fundiéndose como en su versión contemporánea de La muerte de Sardanápalo.
En la figura de Adi Nes confluyen dos temas tratados en esta exposición: el estado de emergencia no declarado que se vive en Israel con el que el poder justifica la suspensión de libertades individuales, y las políticas de segregación aplicadas a minorías sexuales.
El fotógrafo israelí está representado con fotografías de su serie Boys, como el narciso de piel oscura mirando melancólico un charco cuyas oscuras aguas apenas devuelven el reflejo, y el joven atlético levantando a un niño sobre su cabeza, imagen que conociendo las referencias de las que se suele servir Nes podría vincularse a una actualización del tema bíblico del sacrificio de Isaac. Aunque quizás se refiera simplemente al papel protector del mayor.
A veces las composiciones son guiños a fotos de prensa míticas o de revistas de moda. El homoerotismo subyace siempre de fondo en sus fotos escenificadas, siendo más explícito en Soldiers, proyecto que llamó la atención internacional al ofrecer una visión atípica del campamento militar: los soldados duermen, bailan en la oscuridad, admiran sus bíceps, disfrutan de su última cena (con una puesta en escena que emula la de Leonardo da Vinci)…, pero nunca luchan.
Para un gay, realizar el servicio militar obligatorio en un país donde el ascenso social se cimienta sobre el grado de patriotismo revuelve algo por dentro. A Nes la fotografía le permitió sacar fuera ese caos interior, mediante la alegoría y la parábola.
Figuras y pasajes del Antiguo Testamento se encarnan en homeless de las calles de Tel Aviv o en niños de los barrios más pobres realzados por la belleza del encuadre y la iluminación contrastada. No anda lejos Caravaggio y sus andróginos modelos de uñas sucias, también él outsider antes de ser reclamado por Papas y cardenales.
La luz lidia con la oscuridad en las fotografías caravaggistas de Nes. Con ello expresa el contraste entre el ideal y la realidad en el imaginario judío, entre la leyenda sionista y la brutal represión de los palestinos, entre el deber patriótico y las inquietudes de los adolescentes que viven en las ciudades cosmopolitas de Israel.
Ojos desorbitados y bocas abiertas en un grito ahogado, estrellas de Hollywood como Elizabeth Taylor, Donald Sutherland y Julie Christie otean el horizonte desde lo que parece la ventana de un avión o la cubierta de un barco. Los prismáticos interponen otro filtro, como si lo que vieran fuese un cardumen de tiburones acercándose sigilosamente. En contraplano, alternan imágenes de botes repletos de refugiados hundiéndose en alta mar. No podría estar mejor expresada que en este video de ritmo trepidante, Vigil, la hipocresía y la teatralización de la empatía frente la cruda realidad, el cálido confort que Occidente mantiene para sí condenando al resto a la salvaje inclemencia.
Tracey Moffatt presentó Vigil en el pabellón australiano de la Bienal de Venecia 2017, y ahora puede verse en esta exposición. Australia ocupa uno de los primeros puestos en el ranking de países más brutales en sus medidas contra la inmigración y la petición de asilo. Pero, como dice Chomsky, la crisis de los refugiados es la crisis moral de todo Occidente. Miles de inmigrantes mueren cada año en el Mediterráneo.
En una edición anterior de la misma Bienal, Vik Muniz instaló en el Gran Canal de Venecia un enorme barco de papel, Lampedusa (2015) que reproducía la noticia publicada en un periódico italiano sobre el reciente naufragio de cientos de inmigrantes procedentes de Libia. Flotando entre yates y vaporettos, el frágil velero evoca un ensueño infantil truncado, como avisándonos del ominoso futuro que aguarda a nuestros hijos si seguimos mirando hacia otro lado. El registro fotográfico de aquella intervención también se incluye en la muestra, en el apartado We refugees.
Una exposición que el visitante transita sorteando agentes antidisturbios (obra del street artist AME72) que parecen haberse escapado de una construcción de Lego y alcanzado proporciones humanas, o mejor dicho, desproporciones humanas, siendo el hombre la desmesura de todas las cosas.
Anna Adell
Dangerous Art – Haifa Museum of Art
grupo de exposiciones
hasta el 14 de abril 2018
comisariado: Svetlana Reingold, Limor Alpern Zered, Revital Silverman Grun
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