Cuerdas anudadas e invitaciones a no prolongar el final (“las agonías largas hacen perder las formas”), así como la batería de puños apretados y bocas abiertas que parecen aullar “no future” al unísono, podrían hacernos errar acerca de lo que Jorge García trata de comunicar.
La cuerda tensa (exposición comisariada por Fernando Gómez de la Cuesta) no es una invitación al suicido. Aunque la frase estampada en grandes caracteres en una de las paredes de CEART nos pueda recordar al último adiós de Kurt Cobain (“es mejor arder de golpe que difuminarse poco a poco”), el espíritu punk de Jorge no se nubla de nihilismo.
Entre los textos garabateados sobre las imágenes impresas con procedimientos caseros, nos son familiares algunas voces, como el llamamiento de Deleuze a “buscar nuevas armas” para nuevos tiempos, o la de Patti Smith y su “fuck the clock”. Con este mosaico de fotografías tomadas de internet Jorge construye su “orden personal”: así titula a esta especie de atlas de piezas móviles donde intenta retener algo del huidizo sentido de actitudes que algún día fueron insurrectas, aunque estos gestos se confunden con otros mucho más sombríos.
Dentro del mismo mosaico, vemos un tipo tirado en el suelo y la siguiente inscripción: “puede ser una muestra honrada y realista de su experiencia de la ausencia de Dios”. Descubrimos que este texto procede del ensayo de un sacerdote, Tomás Halík, Paradojas de la fe en tiempos posoptimistas.
A Halík no le convencen ni el optimismo religioso ni el secular, a los que llama respectivamente “fe barata” y fe en el progreso en el siglo del “mal globalizado”. Tiene claro que vivimos una época posoptimista ¿Qué hacer entonces para recuperar la fe? Simplemente, aceptar las paradojas de la vida. Los Evangelios están trufados de ellas, nos dice. Véase la Pasión de Jesús como una especie de fracaso triunfante, un puro oxímoron. A los lectores literales de la Biblia y a los amantes del cine hollywoodense les advierte que la Resurrección no fue un happy end en un drama de dos actos sino una alegoría sobre la necesidad de cargar con nuestra cruz y dejar morir en nosotros esas partes que deben perecer para poder renacer. Morir y renacer forman parte de un mismo acto, el acto de vivir.
Cabe volver a mirar la obra de Jorge tras leer a Halík: el nudo de la soga que tan rápido se hace como se deshace (Get your guts ready) y el instrumental quirúrgico para suturas (“para un roto, para un descosido”) apuntan a una regeneración permanente. La referencia al Prometeo encadenado (“ten las tripas preparadas”) no deja lugar al optimismo pero tampoco al nihilismo. El martirio quizás será cíclico pero también nuestro renacimiento lo será. Sin herida no hay curación.
El cuerpo es un colador atravesado por afectos cercanos y efectos externos que escapan a su control y entendimiento. Para Jorge, la estrategia no es atrincherarse en el mundo interior sino, como hace al yuxtaponer recortes de periódicos y objetos felices de su infancia, encontrar su sentido de ser dentro del sinsentido de los acontecimientos; o encontrar su lugar en el no-lugar de un patriotismo reaccionario (“patria madre” es un patchwork cosido por su madre con retales de banderas donde él ha vivido).
Una cuerda tensa puede ser la del funámbulo y la del colgado, pero antes que nada la que aquí nos ocupa fue la cuerda que el padre de Jorge usaba en su taller para subir cargas (“cuerda en espera” es un bronce fundido de esa reliquia familiar). Para Freud, lo siniestro emerge en el ámbito doméstico; para Jorge, el extrañamiento de lo social tiñe el recuerdo familiar.
Se escuchan, por último, “ruidos de fondo” (2019) en el deambular urbano y suburbano de Jorge y Amanda Lago, atentos a las sutiles rasgaduras en el velo de normalidad aparente, cuando graban sin ser vistos con el móvil a los que podríamos llamar anómalos (vagabundos, ascetas suburbiales, filósofos de bar, ausentes, extravagantes…), todos ellos personajes beckettianos, amantes de la espera de lo que nunca llega.
Anna Adell
Jorge García, La cuerda tensa
Comisario: Fernando Gómez de la Cuesta
Centro de Arte Tomás y Valiente, CEART
hasta el 23 de junio 2019