Restituir al arte lo que el poder le arrebató podría ser uno de los lemas que guían los proyectos de Mateo Maté. Pero dado que a lo largo de la historia el “gran arte” ha sido venal, fácilmente sobornable, instrumento de propaganda…, sus restituciones no pueden dejar de ser irónicas.
Así como el concepto de “camuflaje” le había servido al artista para establecer paralelismos entre el paisaje impresionista y las tácticas miméticas del poder militar, ahora toma la definición de “canon” en su amplia acepción (estética, política, moral, religiosa) para apuntar (y deshacer) las antiguas alianzas entre el arte y el control social.
Durante siglos, vaciados de yeso de antiguas esculturas griegas, que a su vez solo se conocen por copias romanas, han formado a los alumnos de las escuelas de bellas artes. Esos modelos han queda impresos en el subconsciente común, sin apenas darnos cuenta de hasta qué punto influyen en nuestros preceptos mentales y estéticos.
Del canon clásico de belleza ideal, ergo bondad y verdad suprema (siguiendo la tríada platónica), pasando por el canon moral apostólico-romano, y en la modernidad laica, al derecho canónico, el cuerpo normativo se ha ido modelando a imagen y semejanza de los códigos uniformadores de cada momento histórico. Es curioso lo poco que ha cambiado ese modelo, desde el griego al publicitario.
Maté, como un alumno más, realizó el curso de técnicas de vaciado en yeso impartido en la Academia de San Fernando de Madrid, pero en sus manos los modelos quedaron ligeramente (unos 30 gramos) tuneados.
Así, al Discóbolo le ha rellenado los labios y achatado la nariz, africanizando también los rasgos de la púdica Venus de Canova. Adonis ha ganado algunos michelines y las curvas canónicas de Venus (la Esquilina) armonizan con la redondez de su vientre encinta.
El Spinario es ahora una bella pubescente, los pectorales del Atleta con Disco han perdido con la edad la tersura muscular de antaño, y el torso Belvedere se ha fundido con un busto equino.
Siguiendo con los híbridos pero despojándolos del halo quimérico para involucrarlos en debates candentes sobre diversidad sexual, ha fusionado la Venus de Milo con el Doríforo de Policleto.
Ya va siendo hora de que el “hermafrodito durmiente” se levante del mullido colchón en el que lo recostó Bernini, y se separe de sus progenitores mitológicos (Hermes y Afrodita). Mateo Maté hace del hermafrodita una figura insignia de la apertura hacia el nomadismo de género.
Maté ha transformado la sala expositiva en un particular laberinto de estatuas. Cada encrucijada nos confronta con la transgresión de cierto canon, por lo que entendiéndose tradicionalmente el laberinto como un camino de iniciación, intuimos que Maté nos invita a desaprender lo aprendido, a des-iniciarnos.
Anna Adell
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“Canon”
Sala Alcalá 31, Madrid
hasta el 31 de Julio 2017
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