La equivalencia entre el arte y la vida, la voluntad de hacer de la vida asunto del arte a fin de cuestionar inercias y pautas de comportamiento fue determinante en el happening de los años setenta, en las acciones de Fluxus, en la primera ola del feminismo…
Sin embargo, durante el último tercio del siglo XX, el tema de la maternidad era una losa para las mujeres artistas, obcecadas en su lucha por escapar del ámbito doméstico al que se sentían recluidas.
Veronica Ruth Frias recoge el legado del arte feminista pero nos inserta en otra época, la nuestra, en que el arte nace de la necesidad de abarcar aspectos más urgentes de la cotidianidad. Cada uno de sus proyectos nos informan de su momento vital: los primeros denotan su hastío por el ninguneo de las mujeres en el ámbito del arte (véase Muñecos Inflados), más adelante comparte sus propios miedos y retos estando embarazada (se confecciona un traje de Super Woman, con el que realizará una serie de acciones), y ya como madre de dos niñas realiza piezas performáticas como repartir su leche de artista o demostrar que el Método Abramovic no se puede practicar con hijos (ni falta que hace).
P- “La última cena”, un tableau vivant en el que tomas el lugar de Cristo rodeada de “discípulas” implicadas en el mundo artístico local acaba de ser presentado en el ciclo de performances comisariado por Margarita Aizpuru en el Centro de las Artes de Sevilla. Me remite a aquel “Last Supper” (1972) con el que Mary Beth Edelson también reinterpretaba en clave femenina el fresco de Leonardo. Pero es la irrupción de la prole rompiendo la simetría compositiva lo que aporta la frescura y el humor que caracteriza tus proyectos. Háblanos de esta última experiencia.
Lo primero y más importante de todo es la posibilidad de sentarme junto a otras artistas, gestoras, comisarias que forman parte del sector artístico actual, tanto de Sevilla como de Málaga o del lugar en el que se lleve a cabo la performance. Esto, para mí, es todo un HONOR porque son mujeres trabajadoras, inteligentes, fuertes y poderosas, un ejemplo de profesionalidad. Son mujeres de las que me gusta aprender porque las admiro. A algunas las llevo siguiendo desde hace años como puede ser el caso de Anna Jonsson mientras que otras son descubrimientos más recientes pero igual de importantes.
Hoy, mientras miraba las imágenes de la acción que había realizado Lola Zehinos desde dentro de la propia performance, se me vino a la mente un momento que creo es muy importante y que podría resumir perfectamente lo que pretendo transmitir con esta pieza. Como bien has dicho, en determinado momento entran las hijas e hijos de aquellas artistas que son madres y rompen la monotonía del momento; se podría decir incluso que fracturan la armonía y belleza planteada por Leonardo en su composición. Como diría mi amigo Pedro Alarcón: “dejan que la vida interrumpa la solemnidad”. En esta ocasión no pude contar con la presencia de mis dos hijas debido a que la acción se llevó a cabo entre semana y tienen colegio, por lo que en el momento de entrada de las hijas e hijos de las demás intenté no inmutarme. Incluso tenía planeado quedarme hierática, permanecer inmóvil durante toda esa parte de la performance pero a mi lado se encontraba Bea Sánchez. Ella salió de escena y volvió acompañada de sus tres hijos y se sentó a mi lado, entonces vi que le hacía falta una rodilla más, así que me lancé y le presté una de las mías.
Creo que esta obra habla de eso, de prestarnos ayuda, de ser solidarias las unas con las otras; nos deberíamos prestar rodillas o brazos con la intención de crear lazos entre nosotras para conseguir un empoderamiento más real que diera lugar a una red en la cual sustentarnos y en la que entremos todas, cada cual con sus diferencias, pero unidas, ya se sabe que la unión hace la fuerza y eso es lo que necesitamos a día de hoy. Aunque el trasfondo central de la acción es visibilizarnos como profesionales dentro de un mundo de hombres y poder reivindicar nuestro espacio propio, también está cargada de detalles y simbolismo como es el caso del color rojo que vestimos debido a toda la sangre derramada por miles de mujeres a manos de la historia como bien apuntaba Isabel Hurley en su texto, o la mesa sin recoger que aparece al final como reflexión sobre todas esas mesas llenas de migajas dejadas por los hombres y que durante siglos han recogido las mujeres como bien reflexionaba Javier Flores.
Hay mil detalles conceptuales escondidos en esta performance y la pieza varía en función de sus componentes, algo que la enriquece sobremanera. La verdad no suelo dar pautas de comportamiento, previas a la acción ya que creo que lo ideal es que pase lo que tenga que pasar, sin un guión preestablecido, que cada cual haga lo que quiera y que una vez inmersas en el momento ocurra la magia. Y para mi la magia sucede sin lugar a dudas cuando todas nos juntamos alrededor de una misma mesa.
P- Con anterioridad ya habías interpretado en primera persona varios episodios bíblicos (A 153 cm sobre el mar, Multiplicación de los Panes, Mercaderes, Resurrección…) Aparte de lo obvio de revertir el machismo impreso en los Evangelios, en la historia de la religión y en el arte, se barajan ideas referentes al valor de la fe, de suspender la credibilidad para que el “milagro” suceda… ¿es así?
El interés central de estas piezas es la reflexión sobre el machismo en la sociedad patriarcal en la que vivimos, donde la religión ha jugado un papel primordial en la construcción de esas ficciones que nos han contado los hombres para construir un mundo a su modo. Yuval Noah Hariri en su libro De animales a dioses nos cuenta que las ficciones son las que unen a millones de personas y son las que permitieron la revolución cognitiva que no es otra cosa que historias creadas por y para el hombre, como la religión, la nación o el dinero, y que dieron origen al descomunal poder de los humanos en la tierra. La posibilidad de crear y contar historias que aúnen a grandes comunidades son una forma de cooperación a gran escala. Una cooperación basada en ficciones que nos hace avanzar hacia el mismo punto, porque mientras todos crean en la misma ficción, ya sea en la religión, en la economía o en la política, todos pueden cooperar y avanzar. La fe hace que las personan crean que el agua se puede convertir en vino, que se puede caminar sobre las aguas o se pueda cortar la luna en dos, porque la fe mueve montañas y las mueve porque nos hace cooperar a partir de ficciones engañosas que nos creemos de forma masiva.
La religión ha sido la gran ficción y ha hecho que millones de personas cooperen para construir catedrales o mezquitas. Pero no todos creen en Dios, es más, no todo creen en el mismo dios; hoy en día la historia en la que todos creen es el dinero. Una triste realidad que intento revertir desde el arte, porque al arte, creo, es capaz de generar ficciones comunes que nos hagan avanzar mediante la cooperación. Los artistas creamos historias a partir de la realidad vivida con la intención de interferir en las personas e intentar cambiar el mundo, o por lo menos, el mundo que nos ha tocado vivir. Desde pequeña me ha llamado mucho la atención la posibilidad de obrar milagros y es posible que desde el arte se pueda realizar el mayor de los milagros que nos ocupa aquí y ahora, la igualdad y respeto entre los hombre y mujeres en pos de una sociedad mejor y más justa.
P- Los diálogos con otros artistas son una constante en tu obra, bien para subvertir los mensajes originales (de la “mierda de artista” de Manzoni como crítica al mercado del arte a la “leche de artista” recién extraída con sacaleches y repartida entre los asistentes), como para tomarlos como referente: “No” y “Mira que si te quise” parten de homenajes a Ana Mendieta y Frida Kahlo respectivamente pero para involucrarte en problemáticas actuales de violencia y patriarcado. ¿”Todo arte proviene de la rabia sublimada”, como escribió Mendieta?
Muchas veces tengo la sensación de que soy un cactus al que le van clavando espinas poco a poco. Un día no te mencionan en una exposición en la que participas de infiltrada y pasas a ser directamente invisible; al siguiente día miras que alguien esta haciendo su tesis doctoral sobre el arte actual y se le olvidó añadir a una gran parte del sector del mundo del arte que, mira tu por donde, es la parte femenina; en otra ocasión descubres que han seleccionado 10 proyectos de producción y que ninguno será llevado a cabo por una mujer; otro día te llega una entrevista de un director de museo que alardea de ser el que más mujeres expone y cuando miras sus cifras te llevas las manos a la cabeza; otro escuchas las declaraciones de Marina Abramovic en las que profetiza que siendo mujer no puedes ser madre y artista. Y esa es la última espina que dejas que te claven, entonces sólo te queda responder con las herramientas que tienes, el arte, y pasar a la acción, porque hay que mirar al problema de frente y conseguir darle una solución.
No se si todo surge de la rabia o de la necesidad de cambio que conlleva buscar nuevas soluciones. Así, Súper M no nació por rabia sino por pura necesidad. La necesidad de convencerme a mi misma de que se puede ser mujer, madre y artista y no morir en el intento. Porque cuando llevas años pensando como Marina Abramovic o Tracey Emin y al final tienes hijas, el mundo se te viene encima. Luego te das cuenta de que si quieres puedes y ahí sigo, firme al filo del acantilado. En ese momento el arte se convierte en remedio para la enfermedad, en cura para mi día a día cuando veo que las mujeres siguen siendo maltratadas social y físicamente y es en ese momento cuando uso el humor y la ironía para, directamente, no morir de dolor, de puro dolor sentimental.
Por eso al final la historia del arte siempre ha estado presente en mis a trabajos, desde el inicio, porque necesito redimir todo el daño que se les ha infringido y se les sigue infringiendo a las mujeres en una historia escrita por y para los hombres. A veces llevo ese diálogo a una confrontación directa en la que me puedo llegar a convertir en una artista incómoda pero creo que para eso estoy, para decir lo que pienso desde una perspectiva femenina. Parece que tocar o hacer referencia a artistas muertos tiene un pase, pero cuando dices que te vas a montar un trío con los hermanos MP&MP Rosado, aquí te enfrentas directamente con un tejido artístico de compañeros y amigos artistas a los que molesta la franqueza de las piezas. Con mi obra no intento molestar sino cuestionar los roles de una sociedad patriarcal y heteronormativa que tiene que cambiar de una vez por todas y esto es una verdad incomoda que muchos no quieren escuchar.
P- Buscar la complicidad entre las mujeres, humanizar el arte y democratizarlo ha guiado tus búsquedas en todo momento: desde que ibas por pueblos perdidos de Andalucía con pancarta en mano para dar a conocer a determinados artistas hasta el tatuaje de “tonta la última” en tu brazo, todo pasa por derribar la barrera con el espectador, con la vida, y con el hecho de ser mujer, artista, madre, e incluso hija. ¿Puede el arte catalizar el cambio social?
Desde mi perspectiva como artista creo que existe una relación indisoluble entre el mundo del arte y la vida, aunque muchas veces no se vea porque el divorcio entre ambas sigue estando muy presente. En este sentido son muy interesantes las reflexiones que recoge Juan-Ramón Barbancho en su libro Arte desde una perspectiva sociológica en el que afirma que el arte debe estar contextualizado y debe incidir directamente en la vida con el fin de cambiarla para mejorarla. Hoy en día es mucho más fácil democratizar el arte debido a la globalización y uso masivo de internet en la que todas estamos conectadas, en la que determinada obra se vuelve viral y da la vuelta al mundo en menos de 80 segundos. Los espectadores pueden acceder a la obra de arte sin moverse de sus casas, pueden visitar exposiciones, museos y páginas de artistas con un solo click de ratón, aunque nunca puede sustituir a la visualización de la obra en directo hay que reconocer que si quieres, puedes, y eso es una nueva cualidad que hay que aprovechar.
Como se puede ver en muchas de mis obras me interesa la participación directa del espectador y las nuevas herramientas digitales me permiten un acceso masivo a personas que tienen ganas de que en sus vidas penetre la incertidumbre del arte. El Duelo. Y murieron con las pelucas puestas fue un proyecto que desarrollé junto a la artista Beatriz Sánchez en el que realizábamos un duelo virtual que nos enfrentaba directamente a través de video y en el que el público podía votar y comentarlos a través de un perfil creado específicamente en Facebook. En el proyecto NO, donde también usé la red social Facebook, conseguí que muchas mujeres se uniesen al proyecto en el que me tenían que mandar una foto con una barba impostada, generando un grito peludo por la igualdad y libertad de la mujer. Las redes sociales son una herramienta contemporánea que me interesa y que no descarto seguir usando en el futuro ya que me permite conectar directamente y de forma simultánea a muchos espectadores. Estos aspectos positivos de interconectividad también tienen sus contraprestaciones ya que, en cierta forma, nos deshumaniza, convirtiéndonos en nuestros propios avatares que nos desconecta de nuestro mundo real.
Estamos perdiendo el contacto físico, el mirarnos a los ojos, porque decir gracias a vox populi en internet no es igual a decirlo mirándose a la cara. Y por eso me gusta la performance y el happening porque me enfrento directamente a un público que no tenía pensado, en muchos casos, encontrarme en mitad de la calle haciendo malabarismos sobre una pila de libros o poniéndome el traje de Super M. Los tengo que mirar de frente, sin emoticonos que actúen de intermediarios, sin tiempo para medir mis palabras, y creo que eso hace arte, hace que las personas se emocionen y reflexiones sobre lo que están viendo. Por eso vuelvo al punto inicial de esta entrevista, donde es tan importante sentarme a la mesa con 12 mujeres a las que mirar a los ojos.
Entrevista a cargo de Anna Adell