El útero es un animal inquieto, que si no es fertilizado a tiempo se desplaza por el cuerpo de la mujer causando estragos allí donde va: palpitaciones, furores… Así de simple era el diagnóstico que médicos y filósofos como Hipócrates y Platón atribuían a lo que denominaron “histeria”, término griego referido a la matriz.
Pasaron los siglos…, y el psicoanálisis siguió vinculando sexualidad femenina insatisfecha con trastornos “histéricos”.
Realmente, la bizarra historia del útero se merece un museo, labor que emprende Fatima Mazmouz en Twin Gallery. Y lo hace tomando este símbolo proteico, testimonio de la apropiación masculina del cuerpo femenino, pero desplazando el foco de atención de lo biológico a lo social, de lo neurológico a lo político, del trauma individual al traumatismo colectivo.
Sus úteros errantes invaden carteles coloniales de la época del Protectorado español y francés de Marruecos. Oficiales maravillados ante unas trompas de falopio, militares exigiendo silencio (Tas tois) cubiertos sus rostros de fina lacería de inspiración árabe confeccionada con centenares de pequeños úteros, lo mismo que las postales vintage de Tetuan y Xauen. Propaganda gráfica colonial invadida por los úteros de mi padre, como bautiza Mazmouz a esta serie.
De origen bereber, Fatima creció entre Casablanca y París. Entiende la identidad como un bordado de integraciones, primero de la cultura árabe, después de la occidental. Un bordado algo deshilachado, porque las asimilaciones no son armónicas, hay que ir poniendo parches en las roturas.
Con la ironía que la caracteriza, toma el pulso de la histeria del cuerpo colonizado, que pasa por trastornos varios (los llamados “de conversión”, “fobias”, afecciones del habla…) El útero, de nicho sagrado a territorio profanado, Mazmouz estructura su museo en torno a la memoria, pero también interrogando al futuro de las relaciones de poder que escriben la historia de ese espacio matricial: del vientre de alquiler al porvenir del útero artificial, de las madres subrogadas al transhumanismo… ¿Será éste liberador o alienante?
En trabajos anteriores, relativos a su embarazo y al aborto, ya se había debatido entre naturaleza y cultura. Estando encinta, se interrogó sobre la extrañeza que sentía hacia su propio cuerpo, tránsfugo de sí mismo, vuelto animal instintivo, con las hormonas revolucionadas. Deconstruyó y rechazó el arquetipo de la mujer embarazada como emblema de madre-tierra o madre-patria.
Mazmouz yuxtapone símbolos identitarios para apuntar a “traumatismos craneales”, o mezcla iconografías cristianas y paganas, como cuando en “A corps rompu” se retrata cual Virgen de Guadalupe con una orla de cuchillos de cocina sobre fondo rojo sangre. Una misma hipocresía homicida atraviesa religiones y patriarcados obligando al auto-sacrificio.
Pero el útero se revela, su polimorfismo lo hace esquivo, no se deja invadir, los ovarios son gatillos de un revólver que (como en “Armas de destrucción” 2017) Fatima no dejará de disparar contra las relaciones de dominación.
Anna Adell
Fatima Mazmouz. Hystera, Pequeño Museo del Útero
se puede visitar en Twin Gallery, Madrid
hasta el 21 de abril de 2018
interesante excursión por las ramificaciones del útero me encantó!