Continentes demasiado estrechos para su contenido: cuerpos atrapados en cajas de cristal, fiereza felina consumiéndose en jaulas negras… Los barrotes, como las panteras, no fueron más que sombras de un sueño profundo de Paloma Navares, sombras que a lo largo de su vida le han ido velando las apariencias, por lo que se ha visto obligada a tantear lo no aparente.
La idea de encierro que vertebra su obra es probablemente trasunto del temor a quedar atrapada en un cuarto sin ventanas, esto es, su propio cuerpo, ante la progresiva pérdida de visión.
Pero Navares no se recreó en su enfermedad sino que supo tomar ventaja de su percepción alterada para inventar modos alternativos para conectarse con el mundo. La visión se liberó para ella del imperativo de la mirada, de modo que sus instalaciones poseen la calidad de lo inaprensible.
Entró de noche en los jardines de Botticcelli, Tiziano y Cranach para hurtarles sus ninfas, sus Evas y Venus. Vampirizó esas carnes sugerentes que tipificaron durante siglos la belleza femenina, libó su sangre y las introdujo en cilindros transparentes cuya luz interior pareciera preservarlas en un limbo eterno. Primero las colgó como perchas conectadas a la electricidad (1989-1995), después las troceó encerrando esos fragmentos en nichos fluorescentes, componiendo el conjunto un ambiente de laboratorio.
Lo que empezó con la intención de deconstruir el ideal femenino que los pintores fueron fijando a lo largo de la historia del arte, dio como resultado un avance de lo que la ciencia seguirá perpetuando en su búsqueda de la belleza artificial, de la mujer-probeta o Eva Futura modelada a la imagen de sus fantasmas.
A Camille Paglia debemos una sugerente reflexión sobre el origen del arte. Define al arte como apolíneo, inspirado por la angustia que el hombre siente ante los excesos de la naturaleza, ante el desbordamiento dionisíaco. La mujer es fluidez dionisíaca en la psique masculina, por ello el artista trata de fijar el movimiento perpetuo en un instante perceptivo.
En relación a la representación del cuerpo femenino, Paglia argumenta que al rendir culto al ideal, al reducirlo a objeto sexual fijando las partes más “acuosas” de su anatomía (pechos, caderas, nalgas), aquellas que reflejan el mar que brota de la naturaleza ctónica, los artistas han creído en la ilusión de estabilizar ese fluir que los asusta.
Navares, durante sus más de veinte años de creación, exploró con variadas técnicas y lenguajes los peligros de querer trasformar aquel “mar que brota” en “agua estanca”, denunció la taxidermia del alma atrapada en bellas formas. Lo hizo enhebrando la historia del arte con la suya propia y la de otras mujeres, sintiéndose también ella atrapada en un continente estrecho, basculando entre lo personal y lo compartido, atendiendo a las promesas de la ciencia, consciente de percibir el mundo tras una membrana, tras un cristal.
Anna Adell
Exposición en curso:
Paloma Navares. Del jardín de la memoria
hasta el 22 de abril
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza
poética forma de describir el trabajo de esta gran artista , gracias a ambas
gracias a ti por leernos , Patrice, si estás por Madrid no dejes de ver esta exposición. saludos