Sobrevolamos la costa alicantina acompañados de una música sacra acorde con la exultante luz del mediodía. A vista de pájaro, vamos dejando atrás el mar y el agreste paisaje para abarcar de una sola mirada un amplio recinto de líneas ortogonales y perfectas simetrías. Desde esta perspectiva aérea, la rotundidad de las formas solitarias nos remiten a un sitio arqueológico de datación incierta, con sus graderías, pilares, arenas y fosos.
Pero esta impresión queda desmentida antes de aterrizar. La “Ciudad de la Luz”, un complejo de estudios cinematográficos actualmente en desuso, nos da la bienvenida en los azulejos del suelo. Ya en la elección del título de esta videocreación, La pantalla mágica, Ana Esteve Reig parece barajar referencias a los inicios del cine (linterna mágica) y al proceso de percepción, memoria e inconsciente colectivo (pizarra mágica freudiana).
Una mujer de rojo nos guiará por los entresijos del cine que, según ella, allí se rodó. Trenzará realidad y ficción en una trama entre cuyos pespuntes ella misma quedará atrapada.
Con una estética de vídeo promocional, pero cortocircuitado con guiños a otros géneros, mezclando lenguaje publicitario, confesional, didáctico, e incluso filosófico, acaba siendo una parodia sui géneris que plantea interrogantes a varios niveles: acerca de aquello que ya nace como ruina (proyectos de mentes megalómanas), acerca de la vida como sueño (de una actriz o como espectador), de la necesidad de evasión y de la sed de chismorreo que lleva emparejada toda deificación.
En un continuo balanceo entre el guión preestablecido y las interrupciones excéntricas, la presentadora alterna sus alabanzas a las instalaciones con reflexiones personales, por ejemplo en relación a los tanques de rodaje, cuando compara los fosos medievales con los seguros del hogar contemporáneos. O bien, empieza hablando de las paredes asalmonadas de los camerinos para terminar enumerando las propiedades nutritivas del salmón.
Ana Esteve ha mostrado anteriormente su habilidad para filtrar notas de humor en lenguajes apropiados del género del documental, de la ciencia-ficción… (p.e. El Oráculo). Pero en lo relativo al despliegue escenográfico de arquitecturas excesivas, La pantalla mágica es más próxima al video que hiciera junto a Alejandro Ramírez en la Cidade da Cultura de Santiago. Slide (2013) mostraba skaters deslizándose por los sótanos de estas estructuras mastodónticas, vestigios fantasmales de lo que nunca fue, ruinas sin historia como La Ciudad de la Luz.
Los adolescentes poseen en las obras de Esteve una gran capacidad de evasión. Al saber que no hay mañana optan por un eterno retorno del presente: la música (Bad Romance) y el baile (Después de Nunca Jamás), los avatares digitales (El documental de Dalila) o simplemente el sentimiento tribal, les otorga ese poder.
La presentadora de La pantalla mágica también se evade y nos evade con su coqueta boca carmín. Durante todo el recorrido por las enormes salas, camerinos y localizaciones exteriores, salpica su charla con observaciones sobre la “magia” del cine para proveernos de vidas paralelas, para empatizar, porque cuando “yo sonrío, tú también lo haces”.
No podemos prescindir de las cavernas de Platón, nos viene a decir, ayúdanos a que siga rodando la gran maquinaria de producir sueños, cómprala, es una buena inversión.
En uno de esos incisos que deberían quedar fuera de cámara nos enteramos que la presentadora es también actriz, con lo que ella misma se impregna de esa sensación de irrealidad que emana del lugar. Su presencia se hace frágil, como un último fulgor de ese crepúsculo tan “de cine” que al final del vídeo engulle la ciudad que quiso ser luz.
Anna Adell
Ana Esteve Reig, La pantalla mágica
comisaria: Laura Baigorri
Sala Multiverso, Fundación BBVA, Madrid
Becas MULTIVERSO a la creación en videoarte
hasta el 10 de marzo 2019