Sutiles manchas acuareladas decoran los envases de perfume patentados por Celeste Martínez. Podrían ser diseños de Wols o de algún otro cotizado pintor informalista, pero la marca del producto, Maladie, nos pone sobre aviso. Las bellas proliferaciones son células vaginales enfermas. Los frascos conservan fragancias de flores marchitas.
Objetos del hogar y piezas de vestir se han sarpullido también con manchas tumorales que responden a estudios dermatológicos. Cada colección se acompañó en su momento de campañas de marketing y expositores de feria propios de toda promoción de cosméticos y líneas de moda. Una pieza afín (Vestimenta para una niña urbana 2003) era un vestido de plástico transparente revestido de pequeños sacos del mismo material dispuestos en cuadrículas, cada uno de los cuales guardaba un líquido de aspecto sanguíneo.
- Al extrapolar los códigos lingüísticos del mundo de la moda y la publicidad al arte para, en último término, hablar de enfermedad, inviertes o cuestionas los binomios belleza-decadencia e interior-exterior, al tiempo que emulas las estrategias de la industria farmacéutica, en lo que se ha dado en llamar “disease mongering” o promoción de enfermedades. ¿es acertada esta interpretación? ¿en qué contexto nacieron estos proyectos? ¿qué te llevó a ellos?
Estos proyectos se fueron desarrollando con el tiempo, de manera procesual, en sus comienzos, intuitivamente, surgieron a partir de mi interés en explorar el cuerpo, desde la poética de su fragilidad, y su relación con el contexto social, pero luego quedé inmersa en la investigación y el cruce con el ámbito de las ciencias médicas, donde obtuve la colaboración de diferentes profesionales e instituciones que me brindaron material de investigación y hasta las instalaciones médicas para poder realizar mis proyectos, pruebas de patología, materiales, espacios para poder realizar fotografías y registros sonoros.
Estos proyectos tienen para mí diversas capas de sentido. Especialmente el proyecto del perfume, al ser vinculado a la industria de la moda y la publicidad, hace énfasis en la mercantilización de los sistemas de salud y la industria farmacéutica, y su manera de exhibición fue emulando metafóricamente los procesos de circulación y promoción de ese producto.
- En tu presentación citas como referente el concepto de “realismo traumático” que Hal Foster toma del psicoanálisis. Freud definía trauma como aquello vivido que el mecanismo psíquico repite de forma convulsiva porque no puede uno simbolizarlo o transformarlo en imagen. Lacan llamó “lo real” a aquello irrepresentable, a lo que se resiste a ser integrado en el orden simbólico. Cuando tú extiendes la enfermedad como metástasis por paredes, mesas, vajilla, perfumes… esa “repetición compulsiva” de la imagen enferma podría señalar que la enfermedad es el trauma social? ¿O cual era exactamente tu interpretación del concepto de lo real que Foster aplica al arte?
Precisamente, al utilizar esa repetición de la imagen que representa una patología orgánica, invadiendo un espacio habitable, o una vestimenta, como extensión de lo corporal, se convierte para mí, de esa manera en metáfora de un trauma que puede ir desde lo íntimo a lo social, entendiendo el concepto de enfermedad como algo que funciona de manera anómala. También creo que al reflexionar sobre una temática como la del concepto de enfermedad como parte también de un proceso vital, causa bastante rechazo en una sociedad obsesionada en la idea de juventud indefinida y healthy lifestyle.
El recurso de la estetización es una constante en mi trabajo, bajo la noción de lo que Hal Foster denomina realismo traumático. Lo utilizo de forma deliberada como una manera de aproximarme desde la belleza a lo terrible.
- En tu serie fotográfica Pequeños actos para un requiem, una chica se pasea por salas y pasillos de un hospital abandonado. Deleuze hablaba de la crisis de las instituciones disciplinarias, como escuelas, hospitales y asilos, y esta serie me hace pensar en ello, como metáfora del abandono del sujeto enfermo, en un tiempo que la medicación suple el cuidado. ¿Hay aquí algo de ello o más bien sería un explorar los pálpitos espectrales de este limbo entre la vida y la muerte?
Esta serie fotográfica fue realizada en un hospital público que hacía dos años que se había mudado a otro nuevo edificio, pero esa mudanza fue como una especie de rápida huida, dejando en el antiguo edificio los elementos abandonados, desde las historias clínicas, estudios, camas a medio hacer, hasta desechos de las últimas cirugías. Cuando ingresé al lugar me pareció una perfecta metáfora de la crisis de las instituciones. Argentina, mi lugar de residencia, es un país que vive transitando permanentemente crisis económicas y políticas, un modelo de excelencia en la educación y la salud pública, pero que actualmente estos sistemas resisten a los embates de la escasez de recursos y la deficiente burocracia estatal.
También me parece acertada tu observación sobre la crisis de las instituciones disciplinarias en la actualidad, donde se encuentran súper especializadas, y que tratan de manera fragmentaria y distanciada al sujeto. Como todos mis proyectos éste también juega desde lo estético, esta fotografía recrea un clima o puesta en escena cinematográfico como recurso para luego atraer a esos otros posibles significados.
- Con Dispositivos para deshilar un cuerpo (presente en la colectiva “Tandem” de Córdoba), un aparato mecánico peina una larga cabellera. Por el video y las fotos que lo acompañan, con mujeres cosiendo cabello humano o unidas entre sí por sus mechones, nos das a entender en su amplia acepción la palabra “tejido”, desde tejido orgánico a tejido social, vinculando en ello una labor femenina ancestral que trata de remendar tanto descosido contemporáneo. ¿Sería la máquina de deshilar un mecanismo favorable o desfavorable a esta labor de reparación?
La idea de reparación, a través de los vínculos de generaciones, entre madres e hijas está presente en esta serie de tejidos con cabellos, de nuevo la reiteración de acciones, los actos vinculados a lo doméstico, bordar, peinar, esa transmisión silenciosa que va desde lo genético a los usos y costumbres, pero deshilar también está relacionado a desmontar los mandatos impuestos y reconstruir nuevos modos de vinculación en el tejido social. La creación de las máquinas como dispositivos de reiteración mecánica de esos actos va en ese sentido también.
Entrevistada por Anna Adell
Próxima exposición de Celeste Martínez:
Acciones para conjurar la impermanencia
Curaduría: Lucía del Milagros Arias
Palacio Dionisi, Museo de fotografia, Córdoba, Argentina