En la calma del cansancio todo se hace sorprendente (Ensayo sobre el cansancio, Peter Handke)
Es revelador que un mismo gesto, el de esconder la cabeza dentro de la gabardina, sea compartido por una mujer de la que sólo vemos sus uñas rojas y por un paciente de hospital psiquiátrico (San Clemente 1978) que se oculta de la cámara de Raymond Depardon.
La primera imagen nos la ofrece una pintura de Romina Bassu y su título, Training autogeno (2018) indica un estado de ansiedad al borde del colapso al tiempo que ironiza sobre las técnicas de supervivencia que propone la psicoterapia contemporánea.
Esta artista italiana a menudo se detiene en los instantes de desajuste entre el ritmo cotidiano de vida y el cuerpo que se le resiste. Son momentos preñados de ambigüedad porque la quiebra mental y física concretada en pausas efímeras (cabezas caídas sobre el plato, mujeres mimetizadas con su sofá o clavadas en el suelo como meteoritos) puede ser también un paréntesis liberador frente a la inercia vital.
Los manicomios que Depardon fotografió ya cerraron: ahora al guardián de nuestra cordura lo llevamos dentro. La medicalización de masas es la última pandemia. Where is my Xanax? (2018), se pregunta una rubia que a cuatro patas husmea en su bolso.
En su última serie, Monday blues (2019), mujeres al borde del colapso parecen haberse subido durante demasiado tiempo a la montaña rusa farmacopeica, oscilando entre un irse arriba y un venirse abajo. Como Gina Rowlands (A woman under the influence, Cassavettes) cuando le espeta a su doctor que no la va a inyectar de nuevo, que no va a seguir dejándose arrastrar por el up and down sintético de sedantes y euforizantes, las musas de Bassu también se rebelan contra los médicos que pululan por su inconsciente y optan por demorarse en la pausa, el cese, el retiro.
De hecho, Romina tiene en mente determinado cine de los años 60 y 70 al construir sus propios “fotogramas” pictóricos. En este último trabajo, que ahora presenta en la galería romana Studio Sales, señala como referentes a la protagonista de Io la conoscevo bene (1965, Antonio Pietrangeli) y al personaje interpretado por Delphine Seyrig en Jeanne Dielman (1975, Chantal Akerman).
Así, en las pinturas a tonos sepia de Bassu, el teléfono que no suena y el cigarrillo consumiéndose en el cenicero (Penélope 2019), o los pies con la laca de uñas secándose y algo constreñidos tras horas de amoldarse en estrechos zapatos de tacón (La tregua, 2019), nos recuerdan los momentos de angustia que vive Adriana, la chica ingenua y alocada del film de Pietrangeli que poco a poco irá descubriendo el poso amargo de la “dolce vita”.
A Adriana, el querer encajar en un ideal de belleza y glamour le lleva al quiebre mental. A la Jeanne de Akerman, el ideal de mujer del hogar al que trata de ajustarse tampoco podrá sostener su equilibrio emocional por mucho tiempo. Sólo disociando la mente y el cuerpo puede funcionar el automatismo rutinario: hacer camas, pelar patatas… recibir a sus clientes… Llegará un momento en que la mente de Jeanne haga implosión.
Bassu muestra la vulnerabilidad femenina como si la espiara por el ojo de la cerradura, para evidenciar lo que permanece oculto: esos desajustes entre el reloj interno y el ritual profano que religiosamente cumplimos a diario. Esas fracturas son dolorosas pero también pueden ser creativas, o como mínimo cuestionadoras.
Romina se inspira en aquellas crisis de ausencia o “petit mal”, frecuente en niños y adolescentes, que los sustraen por un momento de la realidad inmediata. La artista, en cierto modo, toma el “petit mal” como metáfora del colapso de la identidad femenina como expectativa a cumplir.
Ello nos recuerda la aseveración de Paul Virilio acerca del trastorno picnoléptico o petit mal como enfermedad del siglo, considerando a los efectos desincronizantes inducidos por la tecnología un fenómeno de masas. Romina no piensa en la celeridad tecnológica al reflexionar sobre la ausencia mental pero coincide con Virilio en vislumbrar en ese desajuste espaciotemporal un filón de libertad. En esos lapsos o umbrales entre niveles de conciencia, aunque duren segundos, somos capaces de reinventar nuestra relación con el tiempo.
Anna Adell
Monday Blues, Romina Bassu
en Studio Sales di Norberto Ruggeri, Roma
hasta el 17 de mayo 2019