Entre sus coetáneos, Cornelius Gijsbrecht era tenido por un pintor virtuoso pero poco serio. Sus bromas no eran fáciles de colgar en los salones burgueses de su Flandes natal, por lo que se dedicó a viajar de corte en corte, intuyendo que sus paradojas visuales sintonizarían mejor con la ociosa excentricidad aristocrática. Encontrándose un día en su taller, reordenando sus viejos lienzos mientras aguardaba la visita del rey de Dinamarca (¿o quizás era el de […]