Desde la primera imagen, un mar calmo bajo el que arremolinan las voces, Estado del malestar nos baja de la atalaya desde la que solemos observar al anómalo. Nadie es inmune al quiebre psíquico, nos advierte María Ruido, la autora de este video-ensayo, refiriéndose a una crisis que sufrió en algún momento de su vida.
Corrimientos de tierra alternan con manchas cromáticas que descomponen el mundo. No hay nada romántico en la figura del loco porque en la alienación estamos todos alineados: cobrando una mierda de sueldo, mandando currículums por internet… viendo cómo el oficio que desarrollaste durante décadas ha quedado obsoleto…
Metraje de los años setenta mostrando secretarias aprendiendo a teclear y obreras en fábricas se acompaña de una voz masculina que recuerda suicidios en los que el derrumbe mental fue consecuencia de una situación laboral abusiva.
Una activista del colectivo Orgullo Loco ironiza sobre la progresiva merma de tiempo concedido al duelo en las tablas psiquiátricas, que ponen un listón entre un intervalo “sano” de tristeza y un exceso patológico y, por tanto, medicable. Lobotomizar el dolor para que no derive en lúcida e “improductiva” melancolía está a la orden del día.
Las “sombras chinescas” (film de Raúl Ruiz) proyectadas en la cocina supeditan su coreografía espectral a un narrador ajeno, Santiago López Petit, quien denuncia el pastilleo generalizado que promueven las políticas de salud mental ante lo que diagnostican como depresión.
Las sombras “mueren sin desaparecer, viven sin estar completamente expuestas”, escribía López Petit en su ensayo “Hijos de la noche”, parangonando ese estar y no estar en el mundo con la depresión o la fatiga crónica. En este libro, el autor no da recetas pero sí trata de extender el “diámetro de su cráneo” sobre el mundo y desde ese “centro de dolor” extraer una “fuerza de dolor” que involucre como onda expansiva a tantos otros que, como él, sufren fatiga o algún tipo de hastío vital.
Baudelaire trataba de evadir el spleen o tedio existencial embriagándose con “paraísos artificiales”. López Petit y tantas otras voces y ecos aquí recogidos no quieren evadirse con las drogas que suministra el “poder terapéutico”. Prefieren afrontar su anomalía y usarla políticamente porque el vidrio de la enfermedad permite ver las cosas sin filtros “felicistas”: “la anomalía dice la verdad de ti mismo y de la sociedad”, afirma.
Nietzsche fijaba en el resentimiento la reacción envidiosa de los débiles, de aquellos que se comparan con los fuertes y se sienten inferiores. Mark Fisher, sin dejar de ser nietzscheano, reivindicó la necesidad de verter en el resentimiento dosis de rebeldía para recuperar la conciencia política y renunciar a la “positividad obligatoria”.
El pensamiento de Fisher subyace en el relato videográfico que María Ruido borda con retales de vidas y voces críticas, con imágenes fílmicas que no pretenden ilustrar el malestar ni la locura sino navegar entre metáforas y síntomas.
El símbolo acota el significado, la alegoría lo abre. En su narrativa fílmica, María obvia imágenes trilladas de la enfermedad y la locura, optando por lo alegórico porque le interesa arrancar esa costra que fosiliza el arquetipo literario de la locura.
En la cinta, la figura marginal del loco no aparece en ninguna parte pero sí la furia colectiva (fotogramas de “Armonías de Werckmeister” de Béla Tarr), carreras de obstáculos con caballos encabritados, lentes de aumento desplazándose sobre vistosos rosales… rosas que no se dejan enfocar, caballos que se niegan a avanzar, rupturas del tiempo lineal.
La competitividad y la frustración ante expectativas que no pueden cumplirse nos enferma de ansiedad, y sin embargo los motivos del descontento se interiorizan e individualizan: la “privatización del estrés” es el gran negocio de las industrias farmacéuticas (Fisher) y el ardid neoliberal para ninguna rémora ralentice la máquina.
“Estado del malestar” invierte el proceso denunciado por Fisher: colectiviza el dolor y lo saca a la plaza pública, visibilizando las manifestaciones madrileñas del Orgullo Loco y las actuaciones de La Rara Troupe. La película termina con una coreografía de este grupo artístico, integrado por personas que sufren enfermedades relacionadas con la salud mental. A modo de ditirambo, el canto coral cierra sin lacre esta obra, de modo que sus palabras y gestos siguen flotando en nuestra mente tras abandonar la sala, como invocaciones de mundos posibles: “queremos volver a tener panal sin geometrías ni reinas, sin cajas artificiales […] Desprotegidas, imperfectas, podrán podarnos… somos flores de erial […] Haremos comunidad de cuerpos enajenados”.
Anna Adell
Estado del malestar se proyectará en el Museo Reina Sofía
Sábado 15 de junio, 2019 – 18:00 h. Edificio Nouvel, Auditorio 400
Ficha técnica: España, 2019, color, archivo digital, 63´
Montaje y post-producción: Enrique Piñuel
Música: Edredón
Cámara, Guión y dirección: María Ruido