8h a.m. Las playas de Murcia están hoy en alerta por fuertes rachas de viento, pero el cielo se mantendrá despejado y las temperaturas siguen en aumento… Txema Salvans escucha el parte meteorológico mientras acomoda sus bártulos en la furgoneta (trípode, cámara…) Con las manos ya en el volante resigue con rotulador alguna ruta secundaria del mapa del Levante español que siempre le acompaña. O, bueno, tampoco nos pasemos de románticos, que aunque lo suyo sea la fotografía analógica ya debe usar el GPS…
Las carreteras del litoral mediterráneo carecen del aura mítica con la que el cine, la literatura y la propia fotografía estadounidense han dotado las suyas, desde Jack Kerouac a Gus van Sant. Son tierra virgen para Txema, y esa ausencia de mistificación previa es básica para poder posar en ella su mirada directa, clara como la luz del mediodía con la que fotografía.
Foto-documento, foto-ensayo…, toda etiqueta queda pobre para definir lo que atrae a su objetivo. No se detendrá ante una puesta de Sol o ante algún edificio emblemático que se cruce en su camino, sino que aminorará la marcha cuando pase por urbanizaciones cercanas a centrales hidroeléctricas, solares baldíos o estacionamientos de camioneros, porque intuye que ahí encontrará el paisaje humano que busca.
La prostitución en carretera, la pesca recreativa entre represas y vertederos, veraneantes y domingueros capaces de encontrar su vergel en tierra yerma… Hábitos y comportamientos que nos recuerdan aquellas especies extremófilas que sobreviven en los ambientes más hostiles gracias a una inusual capacidad de adaptación.
Ante sus fotos nos preguntamos si no será en esos tiempos suspendidos en los que cada vez pone más atención (la espera, el aburrimiento… lo que de tan ordinario es extraordinario) donde aún podemos, quizás, ser libres.
P- Viendo en transversal tus trabajos fotográficos se aprecia que sobre el trasfondo de unos mismos temas (usos y costumbres de la clase media española, tiempo vacacional…), tu cámara se ha desplazado del jolgorio (Welcome Abroad o Nice to meet you) al silencio de la espera (The waiting game, Perfect Day).
Quizás porque estudié biología mi mirada es antropológica, centrada en la persona y su contexto. Cuando empecé a hacer fotos, al ser más joven y tener mucha energía, trabajaba con cámara de paso universal, que es rápida y permite un tipo de imagen encuadrada, centrada en gestos, actitudes…
Enseguida me focalicé hacia esas zonas de proximidad (nunca he sido fotógrafo de grandes viajes), y decidí fotografiar lo cotidiano, sobre todo las vacaciones en el litoral mediterráneo. Conocerlo de cerca me permite ser más crítico, entender lo que sucede.
El mayor distanciamiento que comentas viene definido por la cámara que uso: pasé de la universal a la de medio formato (con la que estoy preparando un libro con Mack Books para Paris Photo), y ahora utilizo cámara de placas, que saca fotos más contemplativas, de gran calidad. El hecho de trabajar con trípode y no poder acercarme demasiado acrecienta la sensación de tiempo suspendido.
La propia tecnología con la que escribes tu discurso te obliga a formalizarlo de una manera u otra. Tanto en el proyecto “Waiting game I” (sobre la prostitución), como en Waiting game II, que se acaba de publicar, como en el III (en el que ya estoy trabajando), y en las series de Perfect Day, he usado la misma cámara de gran formato, y ello les confiere unidad gráfica y estética. Pero, de una forma u otra, siempre estoy hablando de lo mismo.
P- El extrarradio, carreteras suburbanas, paisajes industriales… lugares de tránsito donde, sin embargo, no son pocos los que se detienen a improvisar un pícnic, clavar su sombrilla entre las grietas de cemento, e incluso echar el sedal en charcas de aspecto radioactivo. Captas con ironía pero sin frivolidad este panorama dantesco.
Siempre me ha preocupado que pensaran que me burlo de alguien, porque mis fotos no intentan ser un chiste. Juego con la ironía pero la tragedia que subyace emerge de forma clara. Me encuentro en un punto de equilibrio. De hecho, tengo fotos que no me atrevo a editar porque están rozando la burla sin pretenderlo.
Mis fotos no hablan de sujetos concretos sino del contexto cultural que lleva a una familia a pasar la mañana del domingo en el parking del Carrefour del Prat de Llobregat. Espacios que no están pensados para ser lugares de ocio lo acaban siendo para aquellos rodeados habitualmente de tal dureza arquitectónica y social que adquieren una capacidad de resiliencia infinita. Tengo una foto de una pareja besándose ante una petroquímica, y te preguntas ¿qué hacen allí? Pues viven en el pueblo de al lado, la petroquímica forma parte de su cotidianidad.
P- Alguna vez has expresado tu admiración por Richard Avedon, cuyo retrato descarnado de los estratos más marginales del Oeste Americano, pura humanidad despojada de artificio, podría equiparse a tu voluntad de radiografiar los márgenes sociológicos de tu propio territorio. Sin embargo, el documento antropológico lo consigues de modo indirecto u oblicuo, mostrando el contexto más que la persona individual.
Más que admirar fotógrafos concretos, me interesó su proyecto American West, en el que la luz está ausente, no hay sombras duras, no hay gesto, no hay encuadre. Cuando vacías una imagen de todas estas decisiones fotográficas lo que queda es la esencia del personaje.
En The Waiting game I hice algo parecido. Trabajé sobre la premisa de usar una luz muy dura, poco recomendada para hacer un paisaje pero que convierte la foto en algo más mundano y desolador. Elimino el display (como diríamos en biología), que en este caso sería el comportamiento de una prostituta (golpearte el culo cuando un coche se pare, etc.), y me quedo en una actitud de espera generando una distancia con el personaje. Con ello muestro el contexto. Porque el problema de la prostitución es el contexto en el que se ejerce, el hecho de que esté sujeta a una mafia o se vea obligada a hacerlo en medio de una carretera es lo dramático de la situación.
Además la distancia me permite preservar la identidad de la persona. Es una manera de trabajar que he aplicado en los últimos trabajos: el contexto, más que el personaje.
P- Aunque menos en las últimas series, tu modo de mostrar el modus vivendi de ciertos estratos en su uso delirante del tiempo libre, la manera en que resuelves el retrato coral, entre la crítica distante y la empatía, diría que se acerca a Martin Parr.
Con Martin Parr nos respetamos como fotógrafos, él me escribió el texto introductorio de The waiting game. Pero en su obra el gesto está muy presente, y el chiste tiene mucha relevancia. La mía es una fotografía más de escenarios. Mi punto de vista es más lejano; además el uso de flash genera una artificialidad más exagerada. Yo no uso flash sino la luz del mediterráneo para reforzar la dureza de la situación. El regusto que te queda puede ser parecido porque tratamos el ocio contemporáneo pero lo conseguimos de formas muy diferentes.
Un trabajo inicial, Welcome Aboard, un crucero por el Caribe que me encargó El País, sí fue muy Martin Parr (flash, subrayar las actitudes…) pero después decidí no ir hacia ese territorio.
Si tuviese que nombrar un fotógrafo con el que me siento muy cercano sería Joel Sternfeld y su American Prospects.
P- A pesar del aspecto decadente de estas estampas vacacionales también nos sugieren una autenticidad cara de ver cuando se nos implanta el chip veraniego de la felicidad envasada en viajes organizados, largas horas de vuelo e hiperactividad impuesta a soplo de silbato.
Este es un punto clave en mi fotografía, lo absurdo. Por ejemplo, he trabajo mucho en Marina d’Or. Para mi eso es el paradigma de lo que estás hablando. Un sitio donde te sientes obligado a estar feliz, sino casi te pueden multar, o te sientes mal porque has trabajado todo el año por estar ahí. Es como un burbuja, te inundan de estímulos baratos. Es de una tristeza sublime, para mi.
Te recomendaría un libro, una crónica de David Foster Wallace, un escritor que ha sido importante para mi: Algo supuestamente divertido que no volvería a hacer. Lo mandaron a uno de estos cruceros en mega-buques para explicar su experiencia abordo (algo parecido a lo mío para El País), y él habla del timetable inasumible, de la actividad frenética…
Es un modelo americano que también se ha importado a España, el todo incluido. Pero lo cierto es que he preferido lugares a los que tuviera acceso como cualquier otra persona: Marina D’Or, Benidorm, Torrevieja…
P- Esto nos lleva a preguntarnos sobre la felicidad, la libertad, el ser dueños de nuestros días y aceptar el absurdo vital. Tienen algo de Sísifos estos pescadores de domingo, estos buscadores de jardines de cemento. Maestros en el saber “agotar el ámbito de lo posible” en lugar de suspirar por un mañana próspero (o por una alma inmortal, como decía Píndaro).
Perfect Day va un poco de esto. He buscado definiciones de la felicidad en diferentes fuentes, desde las matemáticas a la filosofía. Cuando contrapones estas definiciones con mis imágenes sacas la conclusión de que el día perfecto es algo muy íntimo, propio de cada uno.
Si nos basamos en las posibilidades que teníamos de nacer, la de millones de generaciones de bichitos que se han ido cruzando hasta llegar a ti o a mi…, eso ya es un perfect day. Da igual si acaba de nacer tu hijo o estás postrado en una cama, el caso es que estás vivo. La muerte puede suceder de mil maneras, pero mientras estemos vivos cada día es perfecto.
Eso lo contrapongo con las fotos de The waiting game II que estoy presentando ahora, gente pescando por decisión propia en lugares increíbles: en la presa de Flix, con toda su contaminación, en una acequia de Torrevieja…, en fin, lugares apocalípticos. Pero esa persona tiene una mirada nihilista sobre la vida, se cierra sobre sí mismo y sus pensamientos, y bloquea los impactos visuales de su alrededor. La felicidad pasa un poco por aquí…
El otro día veía en Netflix un documental sobre Rocco Siffredi. Salía una chica a la que hacían un casting y enseñaba unas fotos en las que se veía su espalda ensangrentada por latigazos. Decía que eso le llevaba al orgasmo. Siffredi le pregunta, ¿como es posible? Ella contesta: pagaría un millón de euros por saberlo.
Podemos creer saber lo que nos hace felices pero vivimos en una constante masturbación tratando de lograrlo y pocas veces llegamos al orgasmo. En cambio, a veces te descubres a ti mismo en una situación que si la describieras no es nada especial pero a ti te hace sentir bien, aunque sea en el parking del Carrefour.
Entrevista a cargo de Anna Adell
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The waiting game II
Hardcover, 88 pg.
Medidas: 33.5cm X 25cm
Texto de David Campany, Gabi Martínez
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