Walter Benjamin señaló la paradoja que plantea para el espíritu humanista el rechazo de la violencia bajo cualquier de sus formas y al mismo tiempo su justificación como medio para luchar contra una situación opresiva. La violencia divina es aquella que se esgrime prometiendo un nuevo orden liberador, un mañana que solo se conquistará instaurando represión, lo que engendra otro ciclo de terror en aras de la liberación, y así el loop se eterniza hasta el fin de los tiempos.
La violencia es un alud cíclico al que cada vez se adhieren más causas, devorando todo lo que se encuentra por el camino. Esta avalancha caníbal no tiene freno, así que más vale acelerarla hasta hacerla estallar, y en eso están Jake y Dinos Chapman. Cuando no se ensañan con macabro deleite en el despliegue de orgías sangrientas con soldados de juguete, emprenden febriles correcciones sobre los grabados originales de los Desastres de la Guerra de Goya.
El gesto aparentemente vandálico de añadir caras de payaso a los cuerpos torturados y de torturadores de la Guerra de Independencia consigue violentarnos doblemente, primero por profanar (destrozar, dirán sus detractores más acérrimos) una obra maestra, después por banalizar el horror bélico con personajes de cómic.
Los Chapman cuentan con suscitar ambas reacciones; alimentar el equívoco interpretativo entra en sus previsiones porque justamente a lo que renuncian es al modelo comunicativo aplicado al arte.
Estampando su rúbrica grotesca sobre el testimonio por antonomasia del sufrimiento y sadismo humano no sólo arrasan contra el placer estético que suscita la exhibición de atrocidades sino que también socavan la posibilidad de halago al arrojo moral del artista. Prefieren ser tildados de canallas que incluidos dentro de la tradición épica del artista humanista tranquilizador de conciencias.
Por ello y por la sincera admiración que profesan a Goya deciden “corregir” su legado. El pintor aragonés fue el primer artista en despojar al conflicto bélico de todo tufo heroico, y su lúcido nihilismo le permitió radiografiar la barbarie sin excusas patrióticas o políticas de ningún tipo. Los campesinos son presos del mismo furor asesino que sus verdugos, mancillando los cuerpos de los soldados napoleónicos, cercenando brazos y piernas, adelantándose con siniestras teatralizaciones a la espectacularización de la violencia que eclosionará en la era cibernética.
Entre el oscurantismo hispánico y el despotismo napoleónico, Goya era un ilustrado desencantado en la época de la invasión francesa. Su pesimismo le permitió avistar el angustioso ciclo de violencia mítica y justiciera como engranaje del mundo. Los Chapman admiran su lucidez, pero consideran que en nuestra época el arte no puede ampararse en la égida moral que aún pesa en Goya, ni tolerar la belleza anatómica de esos torsos mutilados.
Especialmente obsesionados con la estampa 39 de los Desastres (Grande hazaña! Con muertos!), los Chapman han hecho versiones escultóricas y gráficas de esos cuerpos troceados que penden de un árbol, desproveyéndolos del ápice de humanidad que aún humillados conservaban. En las versiones tridimensionales, maniquíes de plástico sustituían la tensión anatómica del dibujo goyesco, transformando el pathos en atracción de feria. En una segunda revisión, los maniquíes serían puro esqueleto desafiando la gravedad. En cuanto a su intervención directa sobre la estampa, el dúo inglés añadió una esvástica atravesando la composición y la cabeza ensangrentada de un payaso con grandes orejas de soplillo.
El sutil trazo de la esvástica parece predeterminar la disposición de las figuras y del árbol expiatorio como si de una proporción diabólica se tratara (como espejo invertido de la proporción áurea o divina subyacente a pinturas medievales y renacentistas). El bufón vejado es un icono recurrente en el universo Chapman, congelando en un rictus patético la máscara de felicidad, sea mediante la figura crucificada de Ronald McDonald o en los guillotinados de su obra gráfica.
Y es que los Chapman no dejan títere con cabeza ni en los Desastres de la guerra IV ni en el resto de su genealogía del mal, repasando genocidios de ayer y de hoy, agitándolos en una coctelera maquiavélica que los regurgita sin orden ni concierto. ¿O acaso hay orden en el averno?
Anna Adell
“Desastres de la guerra. Jake & Dinos Chapman en torno a Goya”.
en el Museo Goya. Colección Ibercaja, Zaragoza
hasta el 11 de febrero 2018
Estoy gratamente sorprendida de la erudición, sapiencia y conocimiento que despliega Anna Adell. Mis más sinceras felicitaciones
muchas gracias Lourdes por leerme y por tus palabras