A pesar de la buena fortuna que conoció la frase de Theodor Adorno acerca de que no es posible escribir poesía después de Auschwitz, lo cierto es que ante el horror bélico y sus traumas la belleza lírica ha sido a menudo la única vía para la catarsis.
Cuando Hayv Kahraman rememora episodios de su infancia en un Iraq asediado, rescata la calidez humana que ahuyentaba el miedo mientras se resguardaban en refugios antiaéreos. En los intervalos en que cesaban los bombardeos, los niños salían de los sótanos y se retaban entre sí por reunir el máximo número de casquillos de bala. Ella se fijaba en la belleza de esa metralla dorada.
Desde que con apenas diez años huyera a Suecia con su familia, la distancia física y temporal no ha mermado la proximidad emocional hacia su tierra, aunque la idea de origen ha entrado necesariamente en una esfera mítica. El mito, al prescindir del tiempo histórico, le permite a la artista regresar una y otra vez al pasado tejiendo sus lagunas desde un limbo somático, como mujer y exiliada.
El estilizado refinamiento de su pintura (basado en un singular sincretismo entre el arte de las miniaturas persas, las estampas ukiyo-e y el quattrocento italiano) ayuda a digerir unos temas sin concesiones, más crudos al principio (ahorcamientos, mutilación genital femenina, sacrificios…), y más intimistas los más recientes.
. Partiendo de tu cuerpo hablas del cuerpo colectivo (sobre todo femenino) en el exilio, cuando la condición de refugiado se interioriza y deja una huella indeleble. Es bella la metáfora de la cinta de Moebius usada por Elisabeth Grosz como ligazón entre interior y exterior de una identidad, como ligazón de fisiología y cultura. ¿Cómo usaste este concepto en tu trabajo?
Investigaba términos que describieran un “espacio otro” o in-between, buscando alguna definición que trascendiera principios dualistas. Entonces me topé por primera vez con el concepto de heterotopía de Foucault, presentada por este filósofo francés que sugería que existen espacios de ‘otredad’ que son a la vez físicos y mentales. Encontré interesante relacionarlo con las culturas de la diáspora; sin embargo, todavía lo sentía demasiado distante de lo que yo quería expresar.
Luego, empecé a leer textos de Elizabeth Grosz, feminista australiana que ha ahondado en el trabajo de filósofos como Foucault, en relación a quien menciona la cinta de Moebius como una estructura que está concebida y depende tanto del interior como del exterior. Dentro de esta línea de pensamiento, Jacques Lacan acuñó el término extimité ─ derivado de las palabras “exterior” e “intimidad” ─ que describe simultáneamente la distinción entre las dos palabras, así como la suma o el efecto de ellas. En muchos sentidos, el uso de la piel en ese trabajo denota este mismo concepto de una exterioridad o superficie del cuerpo que se invierte y se coloca dentro del contexto del interior del cuerpo en el trabajo.
. Cuando denuncias el papel sumiso asignado a la mujer, Occidente sale igual de malparado que Oriente: en “Sacrifice” (2008), siendo el cordero símbolo de inocencia y expiación tanto en la Biblia como en el Corán; en “Marionettes” (2009), con guiños a la pintura europea y sus toilettes (musas peinándose, mirándose en el espejo…) Incluso diría que hay una crítica velada al modo en que la mujer “exótica” ha sido tratada en el arte occidental, ¿es así?
Sí, mucho, eso es crucial. Mi trabajo confronta estas nociones de los otros exóticos vistos y percibidos en Occidente. Me implico en una lucha constante por romper estas fetichizaciones con las que en lo personal me enfrento todos los días. Y lo hago a través de una lógica inversa, pintando lo que el ojo occidental está tan acostumbrado a ver, la representación femenina en el Renacimiento. Me apropio de esos tonos carnales claros y diáfanos, del contrapposto y el sfumato. Todos ellos son elementos que me permiten captar esa mirada, y una vez que eso ocurre, con suerte, las muchas otras capas de investigación comienzan a desvelarse.
. A través del sonido (Audible Inaudible) y re-escenificando posturas dibujadas en las tarjetas que llevaban los estadounidenses para comunicarse con los iraquíes (Smart Cards), rescatas la memoria del conflicto del Golfo. ¿Podemos decir que la figura femenina es sanadora, curadora de secuelas psicológicas? Mujer-escudo de sonido, por un lado, y por otro, suaviza con su gramática gestual la agresividad de las acciones militares de sometimiento.
No lo he pensado así, y me considero algo escéptica a afirmar que la mujer puede darle a la realidad un toque “más suave”. Creo que debemos ser cautos al asignar atributos femeninos/masculinos, ya que pueden malinterpretarse fácilmente. Lo que sí puedo decir es que la figura se basa en un marco auto-reflexivo, por lo que la historia es muy personal y de esta manera puede ser un proceso de curación, como mencionas en tu texto inicial.
. El concepto de intimidad difiere entre tu cultura de origen y la europea. En la serie de las casas con patios interiores las mujeres flotan y se desvanecen entre planos ortogonales. Pienso en la celosía, que usas a menudo como aquel lugar desde el que la mujer observa sin ser vista. Parece un símbolo ambiguo: ¿empodera a la mujer al tiempo que la recluye?
Si, totalmente. Hay un pseudo-poder en esa posición que permite a las mujeres observar el resto del mundo desde “arriba”, ya que normalmente están en el segundo piso, por lo que tienen acceso a la imagen “completa”. Sin embargo, al mismo tiempo, están confinadas y escondidas detrás de estas pantallas. Sus voces son en realidad mudas.
. Otra figura geométrica que aparece en tu trabajo es el isocaedro. Buckminster Fuller lo reivindicaba por ser una estructura que rechaza nociones de Norte y Sur. Si aplicamos esto al cuerpo: ¿se trataría de reubicar el cuerpo (de la diáspora) fuera de las coordenadas coloniales?
No estoy segura de verlo en términos binarios de norte y sur. Buckminster Fuller proyectó el mapa del mundo sobre un icosaedro y al hacerlo cuestionó las diversas proyecciones de mapas que usamos hoy en día, como la proyección de mapa de Mercator que utiliza Google Maps, donde los tamaños de determinados países son considerablemente más grandes que otros. Creo que lo que me motivó fue sobre todo romper estas estructuras sistémicas de poder. Así que el hecho de colocar mi cuerpo dentro de un icosaedro fue una reacción a esto, querer reflexionar sobre ello, entre otras cosas.
. Es interesante cómo adaptas tu técnica y lenguaje a cada tema: en Mnemonic Object evocas el trenzado de los abanicos mahaffa; y en “How iraquí you are” emulas los manuscritos iluminados de Al-Hariri. Al remitir a la época dorada del califato, previa a la invasión mongol de Bagdad ¿podemos leer aquí la mitificación de un doble pasado: el tuyo y el de tu país?
Para mí, el “mito” sobre el pasado está construido tanto por mis propios recuerdos como por narraciones que me han contado de ese lugar. Veo mi cuerpo como un portador de recuerdos traumáticos que encarnan las figuras que pueblan mis obras. Recuerdos no en el sentido nostálgico del anhelo de volver a casa sino más bien como pulsaciones fracturadas y multisensoriales que mezclan pasado, presente y futuro. Cuando alguien se convierte en refugiado surge una cierta tendencia a conmemorar el pasado de una forma u otra. Es casi como guardar luto por algo. Se convierte en un puente hacia la vida pasada y un modo de sostener el futuro. La memoria en la conciencia migratoria es crucial para sobrevivir al presente.
Entrevista a cargo de Anna Adell
me encantan los dibujos de esta artista, gracias por el descubrimiento
para mi también fue un grato descubrimiento, y me permitió entender un poco qué es sentirse una exiliada a perpetuidad