La frágil frontera entre el arte y la pornografía siempre preocupó a eruditos, museógrafos y garantes de la moral, lo que a partir de mediados del XIX, cuando la palabra obscenidad asumió categoría legal en Inglaterra, dando lugar a un sinfín de actas, comités y revisiones de lo ilícito .
En plena época de liberación sexual, lo que ocurría dentro de los tribunales parecía estancado en una burbuja impermeable a los radicales cambios que estaban afectando al propio sentido del arte. En el comité Longford sobre pornografía (1972), el historiador Kenneth Clark defendía así el objeto de su profesión: el arte existe en el terreno de la contemplación. Si se convierte en un incentivo para la acción pierde su verdadero carácter.
Nótese que la Afrodita de Cnido sería cuanto menos una pecaminosa pin up para Clark, teniendo en cuenta las pasiones que a decir de Plinio despertaba y que inspiró al satírico Luciano un cuento erótico en el que narra las sospechosas manchas con las que un día amaneció el mórbido mármol. Alguien había entrado de noche en el templo pasando claramente de la “contemplación” a la “acción”.
Volviendo a la época de Clark, en esos años “incentivar la acción” es lo que promovían los movimientos de vanguardia, la correspondencia entre el arte y la vida, romper tabúes. Concretamente en el ámbito de la auto-expresión sexual, mujeres artistas franquearon la superficie cosmética en la que la publicidad y el arte tradicional las encerraba y abrieron sus orificios, los exploraron, derramaron sus flujos.
Shigeko Kubota ya había inaugurado la imaginería vaginal contraponiendo a los drippings de Pollock su Vagina painting (1965), Judy Chicago se fotografió sacándose un tampón (reivindicando su “patria” íntima, red flag, 1971); en 1974, la escultora Lynda Benglis pagó un anuncio a doble página en la revista Artforum en el que salía desnuda sosteniendo un dildo entre sus piernas. Denunciaba con ello la ausencia de mujeres en los medios de difusión del arte contemporáneo, al tiempo que al colar (pagando) en una reputada publicación de arte una imagen más propia de una revista para adultos vinculaba el mercado del arte con el del porno.
No podemos negar que el voyeurismo, el fetichismo y el merchandising mueven ambas industrias. El feminismo más transgresor y crítico con el sistema del arte no se limitó a celebrar la libertad sexual sino que se apropió precisamente de todo aquello que los connaisseurs habían expulsado de los respetables dominios del arte: lo obsceno, lo pornográfico, lo ilícito.
Karen Finley empezó a escenificar a finales de los setenta traumas causados por incestos, abusos y vejaciones. Una de sus performances, en la que embarraba su cuerpo desnudo con chocolate (“we keep our victims ready”) para denunciar la reciente violación de una joven cuyo cuerpo había aparecido lleno de heces, fue tildada de “indecente” por el senador estadounidense Jesse Helms y se le retiraron los fondos concedidos por el National Endowment for the Arts.
Ella, luchadora nata, contestó al rechazo posando para la revista Playboy embadurnada de chocolate, con lo que aquella misma acción en un contexto (ahora sí) menos “decente” ponía el foco ya no tanto en el compromiso social sino en la iniquidad e hipocresía gubernamental.
Otra mujer que desbarató los límites entre ambas disciplinas fue Cosey Fanni Tutti. Nació y creció en una ciudad provinciana cercana a Londres, Hull, pero desde ese relativo aislamiento se dio a conocer, junto a su compañero Genesis P-Orridge, en los círculos más punteros del arte contemporáneo. Fundaron el colectivo COUM Transmissions, participando primero en eventos internacionales de mail art, y después con performances que ni los más osados artistas de Fluxus pudieron digerir.
El mundo del arte siempre ha sido más elitista que el de la música, terreno en el que serán recordados por su contribución al nacimiento de la música industrial, con la banda de culto Throbbing Gristle.
Aunque no les dejen ocupar más que una nota al pie de página en los libros de arte, es lícito rescatar el gesto ilícito de Cosey de integrar su experiencia en el mundo de la industria pornográfica (como modelo, actriz y stripper) en una galería de arte. Prostitution (1976) fue la última exposición conjunta de Genesis y Cosey como COUM: tampones ensangrentados y jeringas que habían usado en sus acciones sadomasoquistas alternaban con fotos porno de Cosey enmarcadas como obras de arte. Lo que sorprende no es tanto que tras la muestra los vetaran del mundo del arte sino que una institución como ICA (Institute of Contemporary Arts, London) hubiera costeado el evento.
Scarlet era el nombre artístico de Cosey Fanni Tutti como actriz porno, Study in Scarlet fue el título de un disco grabado junto a Chris Carter, y ahora retomado para presentar una exposición colectiva en Le Plateau (Frac Île-de-France) planteada como red de influencias y contagios generacionales e interdisciplinarios que arranca con COUM, e integra a artistas visuales como Meret Oppenheim, Lynda Benglis y Karen Finley, y músicos como Monte Cazazza, Chris & Cosey, Throbbing Gristle…
Cosey aprendió en la industria porno a asumir en cada caso un papel (secretaria, criada, chica ingenua…), parodiando los estereotipos de la fantasía masculina. Es curioso que en la década siguiente Cindy Sherman adoptaría similar estrategia paródica al encarnar los mismos clichés femeninos, en su discurso alimentado por el cine y la publicidad.
El atrevimiento de Cosey también se adelantó al de Annie Sprinkle. Estrella del porno reconvertida en performer, pasó de ser un objeto sexual manipulado por la cámara de otro a ser sujeto de deseo que produce y escenifica sus propias fantasías, lo que supuso un giro de cámara de 180 grados y una apertura del diafragma que expulsó al voyeur masculino de su cómoda penumbra.
En la acción Public cervix announcement, Sprinkle se insertó un espéculo vaginal e invitaba al espectador a mirar en su interior. En un abrir y cerrar de ojos, con humor y descaro, había trasladado a sus admiradores de la alcoba a la camilla ginecológica, llevando el voyeurismo al gesto absurdo de hacerlos asomar a su cuello uterino.
De pornstar a estrella del postporno, Sprinkle ha abanderado nuevas generaciones de artistas y activistas en pro de una sexualidad no normativa.
Lo de Cosey y P-Orridge, en cambio, no estaba destinado a crear escuela. Su equivalencia entre el arte y la vida iba más allá de lo experimentable. El placer trocaba en dolor, el sexo en náusea. Sangre, orina y vómito. Lo gracioso es que después del último performance (el título Cease to exist ya apunta a un destierro deliberadamente buscado), limpiaron la sala con suma delicadeza, tal como describe con sorna Genesis: después de todo, no es justo insultar una galería de arte.
Esta “limpieza” (aquí no ha pasado nada) hacía de la acción transgresora un paréntesis festivo. Es lo que para Bataille implicaba toda “transgresión”: el erotismo como interrupción momentánea de la Ley (lo que levanta la prohibición sin suprimirla); la vida como una tensión perpetua entre contrarios (trabajo-deseo, sometimiento-liberación, mesura-desmesura).
La delicadeza del juego sexual es una idea desconocida en Occidente, escribió Roland Barthes, debido justamente a que es un juego atrapado en el lenguaje de la transgresión. Coincidía con Foucault en que verbalizar la sexualidad no es liberarla, más bien al contrario: el paso de la confesión al diván del psicoanalista no supuso una liberación sino una redefinición de sus límites. La pornografía, la medicina, la legislación… van imponiendo sus verdades (científicas, morales…) acordes a cada época.
El arte que flirtea con la imaginería pornográfica y crea con ella nuevos discursos, socavando los roles sexistas adjudicados a cada género, que analiza y desconstruye la puesta en escena y las fantasías sexuales, cuando menos, nos invita a pasar de la paja física a la mental.
Anna Adell
A Study in Scarlet
comisariada por Gallien Déjean
se puede visitar en Le Plateau, Frac ÎIe-de-France, París
hasta el 22 de julio, 2018
Exposición colectiva, con Lynda Benglis, Kévin Blinderman, Monte Cazazza, Chris & Cosey, COUM Transmissions, Vaginal Davis, Brice Dellsperger, Harun Farocki, Karen Finley, Brion Gysin, Robert Morris, Meret Oppenheim, Throbbing Gristle, Cosey Fanni Tutti, et al.