Pongámonos aristotélicos: la sustancia Lola, de cualidad alegre y cantidad adiposa, es puesta en relación (azotada), en posición sumisa, de lo que obtiene cierta pasión (dolor y placer), en un set de rodaje porno (lugar).
Juan Escudero, en Categorías, recurre a las diez clasificaciones que Aristóteles nos legó para definir al ser y sus accidentes. Emparenta con sorna ese énfasis ordenador con el desvarío taxonómico que inunda las páginas porno. Así como esos diez conceptos permitían infinitas combinatorias del ser y sus circunstancias, las acuarelas de Juan ofrecen un despliegue inabarcable de coreografías parafílicas.
Siendo el goce lúbrico territorio caótico, morada de lo innombrable, uno de los retos de la industria pornográfica es ir engrosando el argot con el que etiquetar y reconstruir fantasías masivas, clasificarlas en géneros y subgéneros según modalidades, narrativas, tipos de relación, repertorio fetichista…
Ni un solo coito aparece en las escenas que Juan rescata de internet, pues se centra en la retórica del cuerpo y los juegos de rol a ella asociada.
La estética diluida que logra con la técnica de la acuarela, junto con los tonos sepias o de grisalla, subliman la mirada voyeurista al tiempo que la traicionan. Nuestro morbo es traicionado porque no podemos recrearnos en los detalles, así que nos obliga a una mirada al sesgo (diría Zizek), distorsionada, siendo en esas veladuras donde quizás resida la parte salvable, no categorizable, de nuestro deseo.
Anna Adell
Donde: Bar 134. Torrent de L’Olla 134. Barcelona