Los historiadores suelen situar los inicios del arte en la búsqueda de la mimesis, o la copia de lo mismo, que Plinio el Viejo ejemplificó con el relato de una joven dibujando la silueta de su amante en la pared para retener su imagen. Pero la pintura rupestre revela que el hombre y la mujer primitivos apenas se auto-representaban, y cuando lo hacían era en fusión con otros animales (teriántropos) o bien de modo sumamente fragmentario.
Así pues, como observó Bataille, no venimos de Narciso sino del Minotauro, nuestra imagen primigenia no hay que buscarla en el ideal reflejado en el estanque sino en el monstruo que nos conforma. Sólo por medio de la relación con el organismo animal se llega a ser humano y animal, escribe Husserl, y sólo así se alcanza un lugar en el espacio y el tiempo de la naturaleza.
El interés en reconquistar ese espacio-tiempo natural y simbólico para el ser humano se manifiesta en la obra de Marina Vargas: cuando abre en canal las armónicas anatomías grecorromanas y escudriña en su interior para rescatar el cuerpo elemental, pero también el sideral y el luminoso (las sustancias de Paracelso); cuando nos invita a tomar consciencia de los arquetipos que condicionan nuestras proyecciones psíquicas, nuestros patrones mentales; cuando a través de las cartas del tarot propicia un reencuentro con nuestras fuentes de energía (emocional, sexual, intelectual…)
P- Veo en tu trabajo una concepción holística del cuerpo (y del arte, en su alianza con la magia, la astrología, el saber popular…), como integrador de espíritu y materia, de lo astral y lo visceral, de las correspondencias entre el micro y el macrocosmos, derivada de la alquimia y, en general, de una cosmovisión pre-moderna que, por otra parte, Jung (otro referente tuyo) supo aunar a la psicología. Pienso sobre todo en Ni animal ni tampoco ángel (2015) y Las líneas del destino (2016).
Sí. Son los proyectos expuestos más recientemente. Suelo trabajar al servicio de las ideas y en base a ellas, en diversos materiales según lo requiera. A medida que voy trabajando encuentro que realmente hay un mismo poso o conflicto que es motor de todo.
Ni Animal ni tampoco ángel surge como consecuencia de mis proyectos escultóricos anteriores como Sacrifice 2002, Noli Me Tangere 2009, El culto a Diana 2012 o La Piedad Invertida o madre muerta 2013. Se centran en la relación de lo femenino y lo animal, sagrado y profano, simbólico y mitológico; la imagen como objeto de adoración y como alegoría de poder.
La Piedad Invertida se podría considerar antesala de Ni animal ni tampoco ángel, pues ambos consisten en una inversión de poderes y cuestionan lo heredado culturalmente, teniendo en común el cuerpo como contenedor en sus diferentes niveles: físico, cultural, psíquico y astral.
Partiendo de esta premisa puedo decir que lo que me impulsó la idea de invertir la piedad de Miguel Angel y tomar como referente el éxtasis de Santa Teresa para mi versión de piedad fue la necesidad de reivindicar el poder y el papel del cuerpo femenino en el plano religioso, para abrir un interrogante y humanizar la historia. En la biblia Cristo muere torturado en la cruz y María al verlo morir se desmaya y es llevada por unos angelitos al cielo. Ella no tiene cuerpo. Engendró sin cuerpo y muere si sentirlo. En cierta manera la muerte es la que otorga el poder de divinidad, pues es más poderoso el cuerpo muerto que el que queda vivo, tanto en la piedad original como en la invertida.
Este acto de inversión es también el motor de Ni animal ni tampoco ángel: en este caso es sacar lo de dentro afuera, cuestionando los cánones grecorromanos que hemos establecido como verdades dogmáticas e interrogando sobre los símbolos atávicos que sobreviven en el tiempo gracias a su transmutación en alegorías de poder. Sacar a la luz lo oculto, el vicio sobre la virtud, lo apolíneo y lo dionisíaco, el orden y el caos. Crear un choque de contrarios, recurso permanente en mi trabajo, pues configura la razón de ser y de relacionarnos con el mundo.
Extremos que forman parte de mi misma: lo material y lo espiritual, lo clásico y lo barroco, lo elevado y lo bajo, e incluso formalmente podríamos hablar de lo escultórico y lo pictórico. Es esta dualidad la que me lleva a asociar el nombre de las esculturas con los términos que Paracelso da a los estados de transformación de la materia que configuran el cuerpo.
De este interés por la imagen de lo invisible surge Las líneas del destino. Este proyecto estaría más vinculado a otros como Psicoideos 2007 o Emblemas de fuerza 2009, centrados en mi interés por la simbologías, los arquetipos y las imágenes ocultistas así como su transformación a través de la pintura y el dibujo.
Las líneas del destino tiene como objeto de estudio el tarot de Marsella. Siempre me han llamado la atención las imágenes de las barajas del tarot, cómo cada uno de los detalles e incluso el color y su número atiende a un orden simbólico que construye toda una cosmogonía llena de sentido y fluidez; cómo se convierte en un elemento nómada y viaja por el mundo aunando elementos orientales, judeocristianos, judíos e islámicos.
El tarot para mi es una construcción simbólica que apunta a una toma de conciencia; un espejo en el que cada uno puede proyectarse; un instrumento de mediación. Decidí crear mi propia baraja tras investigar el Tarot de Marsella y añadir mis aportaciones, en consonancia con mi trabajo anterior, y así generar mi sistema en el que cada pieza atiende a un orden simbólico de imagen y color. No decido color ni imágenes libremente, todo atiende a un orden simbólico que adquiere su propio ritmo natural. Sólo podré comprobar el resultado cuando estén terminadas las 78 piezas-cartas. Los arcanos menores, que son 56, constituyen el esqueleto del cuerpo; y los mayores, 22, configuran las potencias que mueven ese cuerpo.
Los arcanos menores están formados por los cuatro palos de la baraja: las copas, que representan la energía emocional y corresponden a la caja torácia o corazón; las espadas, que representan la energía intelectual, el mundo de las ideas y la comunicación y están representadas por la cabeza o cráneo; los oros, que representan el mundo material o las necesidades vitales y se corresponde con los pies; y los bastos, que representan la energía sexual y se corresponden con la pelvis. Los 22 mayores son las fuerzas que confieren movilidad a ese organismo. Son eelos, los que dan vida al esqueleto. A cada carta le corresponde un número o grado que afectará su existencia receptiva o activa hacia el cielo o la tierra. En cada uno predominará, según su palo, un color que corresponde a su elemento: copas-agua, espadas-aire, oros-tierra y bastos-fuego.
Para abordar este proyecto he decidido que sean las propias cartas las que decidan qué camino debo seguir. Para ello he recurrido a una echadora de cartas para que me haga esta primera tirada de nueve naipes, para que lleve a cabo mi primera lectura general, para estudiar, vivir, reinterpretar y revisitar.
Las líneas del destino es el inicio de un proyecto de vida que se irá realizando a través de las diferentes tiradas en el tiempo. Incluso cabe la posibilidad de que nunca se termine, puede que nunca me salga alguna carta que se repitan algunas en diferentes tiradas. Una vez más me dejo llevar por el azar, lo instintivo, para tratar de poner orden.
P- El impulso creativo es en esencia destructivo, automutilante, sacrificial, decía Bataille: desvela lo informe de la textura cósmica, la ausencia de jerarquías y de límites que subyace a las categorías falsamente ordenadoras. Esa reivindicación de lo no-jerárquico, del horror vacui, de la pulsión concretada en lo informe, en la curva, en el trazo esquizoide del outsider art… es llevado en tu obra a tal depuración que, en su refinamiento pop, parece traicionar la propia pulsión. Como poniendo en entredicho que el arte realmente pueda desvelar ese mundo subyacente.
Me interesa mucho el arte outsider precisamente por esa pulsión de la que hablas o ese potencial creativo en su estado más puro, en el que cada artista genera un lenguaje propio y un universo de una forma directa siguiendo sus propios principios ideológicos y formales. En este sentido siempre he sentido una gran atracción hacia aquellos artistas que están al margen del sistema.
Pero la realidad es que yo estoy dentro del sistema y me guste o no pertenezco a él. Esto no significa que no pueda adentrarme y empaparme de este mundo pero sería un gran mentira aparentar ser una outsider. Puede que de ahí venga el refinamiento de mis líneas e incluso puede que éstas tengan que ver por un lado con el outsider y por otro con el barroco, con la idea de pliegue o lo exuberante. Entre estas dos orillas están mis líneas enredándose.
Esta forma de dibujar es para mi casi como un trance pues llega prácticamente un momento en que la mano va sola. Este proceso tiene mucho de hipnótico, de mantra, de contenedor del paso del tiempo. Este aspecto es el que me vincularía más con lo outsider.
El control de ese caos o la intención proyectada de crear ese horror vacui con este entramado al que llamo entrañas y que recorre la imagen es el aspecto que me familiarizaría más con el barroco. Pero en ningún caso creo que la existencia y convivencia de estos dos polos traicione esa pulsión. Puede que obtengamos otra pulsión que no es la que nos resulta familiar o esperábamos, pero no deja de ser igual de real.
P- El sincretismo mesoamericano fue inicialmente una estrategia de supervivencia: esclavos africanos e indígenas, al mimetizar sus dioses originarios con los santos cristianos pudieron conservar en parte sus creencias ancestrales. En la cantera simbólica de la que te sirves para elaborar tus propios sincretismos adivino también una táctica de resistencia, una voluntad de reorganizar ese acervo para resarcir el componente sagrado de la vida.
En mi proceso de trabajo tengo muy presente el ritual como herramienta fundamental que hace que todas las dualidades y fragmentos se presenten como una unidad. Como bien planteas mi práctica sincrética me ayuda a resistir porque gran parte del arte tiene que ver con la resistencia y para mi ésta tiene mucho que ver con resarcir el componente sagrado de la vida.
Dialogar con la obra no es tratar de convertirnos al espíritu del que nació la obra (intento inútil), pero sí tratar de descubrir lo que ella nos dice todavía. No se trata de adaptarla a nuestra visión del mundo ni de adaptarnos nosotros a ella sino de dialogar con la misma; ver lo que el pasado puede decir todavía al presente, y qué respuesta o pregunta podemos dar/hacer nosotros a sus misterios.
P- Reconcilias el legado cristiano y pagano en un crisol personal donde lo femenino re-emerge como fuerza subversiva originaria: desde lo matriarcal (la madre muerta en la representación invertida de la Piedad de Miguel Ángel), como experiencia extática (la transverberación de Santa Teresa de Bernini fusionada con la citada imagen de María expirante), como ejecutora de sacrificios (Diana a Acteón; la vagina dentata como arquetipo jungiano…)
Los arquetipos son nuestra herencia psíquica, roles y patrones que la sociedad acepta y realiza inconscientemente. Jung llamó arquetipos a las ideas en común que comparte la humanidad, indistintamente de la cultura o credo.
Un arquetipo puede ser definido como un tipo de persona o conducta. Y en este sentido, como dice Bataille, todos tenemos en común un abismo. Todos salimos de una vagina.
Como comentaba, el papel del cuerpo está muy presente en mi trabajo, especialmente el de la mujer. No sólo porque yo sea mujer sino porque creo que en la actualidad estamos contemplando un rechazo al cuerpo o un distanciamiento más grande del que ya teníamos. Un ejemplo claro lo tenemos en “la prohibición de amamantar a bebés en zonas públicas por considerarse indecente”. Creo que este hecho fomenta aún más una visión perversa, sucia y malentendida sobre el cuerpo y muy en especial el de la mujer y la maternidad.
P- El principio alquímico de la conciliación de contrarios, el jugar con las inversiones (vísceras-epidermis; forma-informe; placer-suplicio; madre-hijo…), también es llevado al propio terreno como mujer y artista: cuando abrazas el torso de Belvedere ese maridaje de opuestos entraña variedad de matices (el modelo y la artista, el mármol y la carne, masculino y femenino…) sintetizados en una imagen que expresa poder y fragilidad como dos caras de lo mismo. Como si fuera el abrazo entre la vulnerabilidad del ser y la energía creativa, alimentándose uno al otro.
El modelo y la artista es la pieza que abre y cierra el significado de la muestra Ni animal ni tampoco ángel. No es más que un gesto de reconciliación y reivindicación poética. Un gesto frágil del que surge la fuerza, en el que me interno en el género del artista y la modelo, subvirtiendo la relación falocéntrica instaurada a lo largo de la historia del arte. La carga erótica es evidente, pero más aún lo es la lucha de contrarios: lo femenino contra lo masculino, lo animado contra lo inanimado, la artista contra el modelo, el calor humano contra el frío mármol. De esta acción foto-performática surge mi posterior intervención en la escultura Torso de Belvedere u oro líquido. Y es por tanto que el poliuretano en ella fluye como un azaroso fluido amatorio que impregna el torso. La asociación con el término de Paracelso (oro líquido) es el supremo elixir que transforma el cuerpo humano.
Anna Adell