El tránsito de una realidad gris a un reino de fantasía, de un cuartucho sin ventanas a una naturaleza infinita y lisérgica, de la opresión cultural a la liberación instintiva, es común denominador de cuentos infantiles como El mago de Oz o Winnie the Pooh en los que el niño o niña transforma a sus allegados (sean parientes o muñecos de peluche) en seres extremos supeditados a las veleidades del sueño.
No es extraño que Henry Darger estuviera fascinado por los tornados, umbrales hacia esa otra dimensión en la que transcurrió gran parte de su vida, ni es baladí que en el cuarto infantil de Marcel Dzama sus ositos de peluche se adentraran en los gélidos bosques de las inmediaciones de su casa mimetizándose con los cazadores, participando en orgías zoofílicas junto a gángstes y damiselas.
Dzama ha expresado en alguna ocasión que carecer de corazón, como el hombre de hojalata, es liberador. Sus personajes no tienen remordimientos, son indolentes ante su propia crueldad. Para Darger, en cambio, la redención llegaba por el camino del amor. Sus chicas Vivians no ponían la otra mejilla, eran beligerantes ante la opresión, pero para él encarnaban la pureza seráfica de la infancia.
Ahora vamos a cruzar otro umbral, el que nos lleva al universo de Jose Antonio Vallejo Serrano, poblado de alter egos que toman un cariz casi freudiano, imbuyendo de perversión su cuarto de juegos: marionetas cuyos elásticos brazos no saben abrazar, muñecos hinchables que se dejan humillar y osos de peluche resignados a esperar.
P- Jose Antonio, ¿remiten esos tres avatares de ti mismo a la dificultad de lograr la aceptación de los demás, hasta un punto que a veces resulta humillante? Osos encerrados en urnas de cristal, brazos mutando en ramas espinosas, relaciones sadomasoquistas…
Supongo que en gran parte ellos surgieron de esa sensación a la que haces referencia. Fueron la respuesta a situaciones casi siempre provocadas por los otros. Siempre he necesitado de los demás para completarme porque he sido alguien que ha demandado grandes cantidades de cariño y no me importa reconocerlo.
También es cierto que eso no me debilitó sino que lo desarrollé artísticamente, me llevó a buscar soluciones creativas a mis frustraciones. Después de todo, los juguetes tienen una razón vital y es la de ser jugados, se necesitan jugadores para dotarles de vida y en ello se encuentra la implicación de las personas del entorno.
P- En una primera impresión tu imaginario me remite al de Dzama, con esos árboles transformándose de modo amenazante y, también en la economía formal, en la discreta paleta cromática y en el lirismo del trazo mínimo. Pero en tu forma de mostrarnos tu yo más íntimo te alejas de la frivolidad del canadiense. Enarbolas el estandarte del amor en medio del naufragio como tu admirado Darger. ¿Cómo te ha influido él y otros artistas outsider?
El arte outsider tiene para mí la más alta consideración. Me parece algo que nace del impulso vital más puro, es una comunicación en el más amplio espectro que es lo que busco yo con mis piezas. Ya no sólo contar lo que yo siento sino que los demás me cuenten lo que sienten al verlas y porqué.
Dzama tiene una intención precisa en todo lo que hace, su mundo es fascinante, pero como apuntas mis personajes tienen mucho corazón, de hecho yo diría que más corazón que cerebro y en eso creo que se parecen a la obra de Darger. Había una necesidad de hacer cambiar el mundo con ellas y eso es lo que me gustaría que hiciesen las mías, que nos hagan reflexionar sobre la idea de dar cariño, de la necesidad de mostrar afecto.
P- Por otra parte, siento que apuntas a lo reprimido de la infancia en tanto traumático, a través de los animalillos felpudos, lo que me recuerda a Mike Kelley y sus valientes propuestas en las que lo biográfico se imbricaba con la crítica institucional, con la “ley paterna” y su orden simbólico.
Sentí mucho la pérdida de Kelley porque dio voz a muchas cosas que yo siento como propias. Desde niño supe que era homosexual y aunque siempre tuve el apoyo de mis compañeros de clase algunos alumnos de otros cursos hicieron del hecho de insultarme una especie de acción diaria natural.
Supe organizarme bien, usé mucho el humor pero también utilicé esas sensaciones para construir un mundo en el que esa “ley paterna” no existía y con ello poco a poco en mis piezas se ha ido colando cada vez más un discurso reivindicativo pero lo suficientemente velado para seguir sintiéndome cómodo con mis piezas, que sigan siendo estéticas y que atraigan al espectador para el diálogo.
P- Toni Ungerer, que se ha dedicado a arrasar con los tabúes tanto en sus ilustraciones eróticas como en libros infantiles, ha defendido siempre la apertura mental de los niños: los niños no son idiotas, saben de donde vienen los bebés. Lo que desconocen es de dónde vienen los adultos. Y esta fisura o brecha generacional también tu logras salvarla.
Ciertamente. Tengo mucha suerte porque continúo cercano al mundo infantil gracias a mi trabajo como educador. Los niños disfrutan con mis clases, en ellas no solemos imponer unas metas sino que ellos mismos las buscan según sus intereses. Muchos padres me preguntan qué hago para impactar tanto en sus hijos y creo que el secreto es simplemente que les pregunto o respondo en un nivel de iguales, que tomo mi tiempo en escucharles, les pregunto porqué esto o aquello o les admito algo que les asombra y es que no tengo todas las respuestas, que yo aprendo de ellos también. En mis clases hablamos de amor, de integración, de ser generosos y de que podemos cambiar las cosas con esfuerzo… Todo lo entienden perfectamente.
Lo que yo aprendo simplemente lo traslado a mis piezas, lo infantil se aprecia en la forma aunque no en el fondo y en las ferias los niños participan de ellas de una forma mágica, entienden lo que entienden sin dobles sentidos ni miradas malintencionadas.
P- Acabas de participar en ARCO (invitado por Javier Díaz-Guardiola al stand del Abc Cultural) y en Hybrid Art Fair, háblanos de tu experiencia en ambos encuentros.
Con Abc es la primera vez que trabajo y me he sentido muy cómodo. Lo mejor de la experiencia ha sido volver a crear en colectivo (sobre la idea surrealista del cadáver exquisito) que en ocasiones dentro del estudio se echa mucho de menos. Ver a los demás solucionar cuestiones te enseña un montón y trabajar con gente como Manuel Antonio Domínguez o Estefanía Martín ha sido un placer, las piezas se integraban tan bien unas con otras que no me puedo quitar la imagen aún de la cabeza, era algo cercano a la magia.
En Hybrid junto a Veo Arte en todas pArtes sigo conociendo a los usuarios de una forma muy cómoda, son otro tipo de visitantes quizá con más que aprender pero menos tacaños a la hora de darse. En Arco el público era muy agradecido pero a un nivel más profesional, en Hybrid puedes hablar, maravillar y descubrir el mismo brillo en los ojos de cuando trabajo con un niño.
No sé si conoces esa sensación, el niño termina algo que ha hecho, lo descubre en sus manos, lo hace suyo y surge una chispa a la que soy adicto, los adultos aún la podemos recuperar con sólo escuchar un poco a los demás. Como ya dije, el arte para mí es un diálogo.
Anna Adell