La higiene es la religión del fascismo, espetó Paul McCarthy a su interlocutor en una entrevista en la que hablaba de su afán por transformar figurillas de porcelana Hummel en grotescos personajes de narices fálicas. Su voluntad de mostrar el reverso obsceno de la idílica vida pastoral representada por esas estatuillas kitsch, de profanar su empalagosa pulcritud, es extensible a toda su producción artística, dedicada a dar la vuelta al guante de la moral patriarcal. […]