Siendo aún estudiante del Royal College of Art de Londres, en el ánimo de David Hockney ya había cuajado una imagen idealizada de América como meca de libertad sexual, imagen labrada entre el arrullo de los versos de Walt Whitman y la fascinación por las revistas beefcake californianas, cuyas fotografías de atléticos efebos inspiraban las poses de sus propios modelos. En aquella época su experimentación formal debía más a los graffitis obscenos de los lavabos […]