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Josep Tornero, noche de falenas

Las falenas, mariposas negras con tendencia al extravío, atraídas por la luz hasta el punto de dejarse abrasar por ella, nos parecen criaturas inquietantes, incluso nos causan un familiar extrañamiento, ¿acaso nosotros hacemos otra cosa que revolotear en torno a cegadoras luces electrónicas? Sus alas chamuscadas, por otro lado, nos recuerdan el impulso suicida de Ícaro.

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Falenas 2018 óleo sobre lienzo

Polillas y falenas han fascinado a escritores que, como a Sebald, la estela fugaz que dejan en torno a una vela le sirven para ahondar en los fulgores retinianos de imágenes ilusorias. Otro buceador en las imágenes de la memoria, Didi-Huberman, descubre en el aleteo nocturno un estado perceptivo en constante parpadeo entre la ilusión y la realidad, entre el síntoma y el símbolo.

Las Falenas de Josep Tornero carecen de epidermis que las proteja del mundo: una lenta erosión deshace sus rostros y las manos nos dan impresión de que pronto serán muñones. En este díptico, como en el resto de obras incluidas en la exposición La desaparición de las luciérnagas, el blanco y negro nos abisma en penumbras interiores al tiempo que cohesiona el conjunto haciendo dialogar las pinturas con los polípticos fotográficos.

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A date with Elvis

El título nos remite al sintomático artículo que Pasolini escribió unos meses antes de ser asesinado, originalmente llamado El vacío de poder en Italia (1975). En los Escritos Corsarios figura ya con ese otro encabezado más poético: la desaparición de las luciérnagas es un hondo lamento ante el empobrecimiento de la cultura de los pueblos, el eclipse de sus costumbres, al constatar que incluso el insumiso lumpen suburbano estaba siendo abducido por la televisión y el consumismo.

Durante el “fascismo fascista” se mantenían las creencias íntimas: “el comportamiento estaba totalmente disociado de la conciencia”, escribe Pasolini. En los 70’s, el poder del consumo lograba lo que Mussolini habría anhelado en vano, usurpar las conciencias.

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Helter Skelter

Didi-Huberman, en su ensayo Supervivencia de las luciérnagas, recupera una carta de juventud de Pasolini en la que el cineasta relataba a un amigo el goce compartido en una noche sin luna: eran un grupo de estudiantes que encendidos por el vino y la conversación contemplaban con cierta envidia los vuelos amorosos de las luciérnagas. Unos ladridos y linternas intimidatorias de la policía interrumpieron el encuentro nocturno. Las luciérnagas huyeron.

La metáfora de las luciérnagas dan pie a Didi-Huberman para invertir el sentido que la Divina Comedia concede a luces y lucciole: recordemos que al octavo círculo del Infierno son arrojados los “consejeros pérfidos” (políticos corruptos), cuyos pecados eran pequeñas llamas que los quemaban por dentro. Dante los compara con luciérnagas (lucciole). En cambio, una gran Luz (luce) es la promesa del Paraíso.

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La desaparición de las luciérnagas. 2018. Instalación (papel y vinilo)

¿No ocurre exactamente lo opuesto en la historia contemporánea? Las lucciole son los pueblos o almas errantes con su frágil parpadeo mientras que a los “consejeros pérfidos” los iluminan grandes reflectores.

En esta inversión de términos se inspira Josep Tornero. El infierno dantesco, tal como fuera interpretado por Botticelli, preside el políptico con imágenes icónicas de barbarie. Las fuentes cinematográficas (Juana de Arco siendo afeitada por un verdugo) y pictóricas (el Ixión de José Ribera siendo atado a una rueda de fuego) conviven con documentos bélicos, de atentados (las Torres Gemelas) y asesinatos (la macabra rúbrica “Healter Skelter” estampada por la Familia Manson con sangre de las víctimas).

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Camino a Damasco o la Conversión de Saulo

Ante estos polípticos, nos vienen a la mente los grandes paneles forrados de negro sobre los que Aby Warburg desplegaba las imágenes de su Atlas Mnemosyne, buscando correspondencias entre ellas. Como el historiador alemán, Tornero entiende la imagen como portadora de reminiscencias fóbicas, de tensiones emocionales transmitiéndose de época en época. Lo más oscuro y reprimido de una cultura es lo que sobrevive, aunque sea como impresiones subyacentes al aparante orden formal.

Las pinturas que ocupan las otras paredes del Centre del Carme actualizan la cantera de fantasmas, de gestos y rostros casi inaprensibles al deshacerse como puro magma de terror pánico. En estos óleos, la imagen adquiere estatus de síntoma, esto es, lo que no puede fijarse como símbolo: el síntoma como el único modo de acercarse a lo inenarrable, a la memoria reprimida.

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La desaparición de las luciérnagas. 2018. Instalación escultórica

Las luciérnagas se han transformado en falenas: abundan los saltos al vacío (suicidas por obligación, los que se arrojan de los rascacielos ardiendo) y las caídas (el camino a Damasco ya no procura a Saulo revelaciones divinas). Las identidades han sido usurpadas por fanáticos de toda índole. Al vacío de poder del que hablaba Pasolini se le suma el vacío de identidad: rostros carcomidos por el miedo, bustos camuflados con máscaras de gas.

Anna Adell

 

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Josep Tornero, La desaparición de las luciérnagas
Centre del Carme Cultura Contemporània, Valencia
organiza: Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana, convocatoria Escletxes
haste el 19 de abril de 2019

 

 

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