André Lepecki atribuyó a la figura del bailarín callejero la potestad para quebrar de forma creativa la circulación preestablecida en los lugares preasignados, oponiendo a la coreografía policial la coreopolítica, que contagia el movimiento cuerpo a cuerpo, transmitiendo afectos, favoreciendo la emergencia del sujeto allí donde ha sido ninguneado. Un movimiento, múltiples modos singulares de expresarlo. Para Raisa Maudit el movimiento también es un ejercicio liberador, contagioso, que irradia invectivas anárquicas desde la dramaturgia corporal. […]