Resulta llamativo el silencio que reina sobre las ruinas. La falta de acontecimientos engaña, porque en los sótanos hay todavía incendios vivos, que se mueven bajo tierra de una carbonera a otra
Sebald, W. G. Sobre la historia natural de la destrucción
Desde niña, Rosell Meseguer aprendió a escuchar esos incendios soterrados a los que se refería Sebald, bajo el cemento de búnkers y fuertes, recorriendo sus galerías subterráneas o túneles de minas abandonadas. La arquitectura cavernosa y militar horada la orografía cercana a Cartagena, donde la artista creció.
Como Sebald, Meseguer concibe el viaje como elipsis permanente y la narración como collage multiforme de texto e imagen, cartografía e invención, documento y especulación.
Cuando una forma se libera de su función y adquiere estatus arqueológico, su sólida textura y blindada constitución se torna porosa, dejándose penetrar por la memoria y la imaginación.
La arqueología del universo, con sus agujeros negros y todas esas estrellas que sólo cuando se extinguen podemos divisar, parece alinearse en la obra de Meseguer, en una misma zona de incertidumbre poética, con la arqueología bélica y sus ecos de piedra.
Pero a diferencia de los fósiles galácticos, que ya estaban muertos cuando antiguas civilizaciones miraban al cielo, los fósiles defensivos que bordean las costas asemejándose a “guerreros teutónicos” (J.G. Ballard) sólo precisan del final de una guerra para imbuirse de un aura de yacimiento.
Lo no visible, la materia oscura, el espionaje, la encriptación (en tanto cripta arquitectónica y en tanto código cifrado), la cámara oscura (estenopeica o como guiño a la caverna platónica)… son temas que vinculan ciencia, filosofía y ciencia-ficción, historia y geopolítica, técnicas fotográficas antiguas y literatura. Son temas donde el enigma y el empeño por descifrarlo se enrolan en conflictos sin solución.
De todo ello se nutre la obra de Rosell, siendo frecuente en sus proyectos encontrar recortes de prensa sobre avances científicos, antiguas postales, fotograbados o cianotipias de campos mineros, diapositivas, fotografías de radiotelescopios y de búnkers que se asemejan a ovnis extraviados o buques varados. Son proyectos diferentes pero movidos por unas misma obsesión por la oquedad: The Invisible, Ovni Archive, Batería de Cenizas… y, ahora, La disuasión: marea y límite.
En esta última exposición, recupera sus investigaciones sobre las baterías militares construidas durante la guerra civil española en el monte de Cenizas, junto a la bahía de Portman, ampliándolo a fortificaciones, casamatas y búnkers cavados en las Islas Baleares, así como torres vigía del siglo XVI originalmente destinadas a intimidar a piratas y corsarios.
Las costas se atrincheran, levantando bloques de ingeniería cuya fisionomía revela los miedos de cada época: los “cuerpos extraños” surcando las aguas se han encarnado en corsarios otomanos, sigilosos submarinos, cruceros franquistas… o pateras de inmigrantes. La arquitectura defensiva ha tenido más de disuasoria que de efectiva.
El mar, con sus mareas y corrientes de resaca, actúa como metáfora de la resaca de la historia, del regreso continuo de tiempos pretéritos. El espionaje y la amenaza nuclear, con sus intrigas de guerra fría, vuelven a aflorar cuando la marea baja en épocas vulnerables como la nuestra. Hoy los refugios nucleares vuelven a cotizarse, sea por miedo o snobismo: los ricos encargan búnkers de lujo y los catastrofistas de clase media invierten sus ahorros en pozos sellados a prueba de todo tipo de hecatombes.
Para los bretones, la contemplación del mar estuvo vetada durante la II Guerra Mundial, explicaba Paul Virilio en Bunker archéologie, quien experimentó la apertura del horizonte como una liberación. Pero su mirada, más que proyectarse hacia el océano, quedó atrapada por esas obras de ingeniería disuasoria erigida por los nazis a primera línea del Atlántico.
Eran construcciones militares de un pasado reciente en el tiempo pero remoto por su efecto de extrañamiento sobre los sobrevivientes. Y fue gracias a ese demorarse en las oscuras concavidades de las construcciones militares que Virilio se interesaría por los efectos psíquicos del urbanismo y la arquitectura.
A Virilio, los bloques de hormigón desplegados en Normandía, camuflados por la maleza o irguiéndose cual megalitos, le recordaban mastabas o tumbas etruscas. ¿Porqué esta analogía entre el arquetipo funerario y la arquitectura militar? ¿Porqué esta situación insana mirando hacia el océano?, se preguntaba. Sentía como si una civilización subterránea hubiera surgido del suelo.
O, para decirlo en términos ballardianos: esas fortificaciones alemanas parecían haber sido dejadas por una raza de científicos guerreros obsesionados por la geometría y la muerte (J.G. Ballard, Un puñado de polvo, The Guardian).
La dimensión mítica de la arquitectura blindada también ha fascinado a Rosell. Bunker archéologie ha sido un referente importante para ella a la hora de materializar sus intuiciones y emociones sobre su entorno más próximo y en relación a otras latitudes. Además de estudiar los efectos del poder colonial en Latinoamérica y de la arquitectura militar sobre la civil, a la artista le ha interesado descubrir conexiones entre los remanentes de antiguas construcciones con formas de vida extintas, a menudo vinculadas con el mar (como los balleneros).
No se limita a recrearse en la estética del abandono sino que se interroga sobre la bunkerización del poder y los intereses multinacionales puestos en una región, por ejemplo a partir de las empresas mineras en Chile o Potosí.
Imaginamos la mente de Rosell surcada de túneles secretos donde estaciones de escucha americanas se encuentran con las galerías subterráneas de túmulos o fortines del otro lado del orbe. Cuando viaja, su mente lo hace en varias direcciones. En su universo, las rutas de ayer se solapan con las de hoy, Roma y Cartogonova, la costa chilena y el levante español, el mundo se encoge o expande, el mapa se pliega sobre sí mismo y los puntos distantes se tocan.
Anna Adell
Rosell Meseguer. La disuasión: la marea y el límite
Comisario: Fernando Gómez de la Cuesta
Seleccionada en la III Convocatoria de proyectos expositivos “BuitBlanc”, Ayuntamiento de Alicante
en la Caja Blanca de Las Cigarreras, Alicante
hasta el 17-02-2019